domingo, 3 de noviembre de 2013

Un nuevo tema para compartir....
Los Museos de Coro y la teoría museológica: Una panorámica actual. Efecto de cambios sustanciales en las corrientes de pensamiento luego de la segunda guerra mundial en Europa, de luchas sociales y culturales como el mayo francés de 1968, de la “revolución verde” o del movimiento hippie entre otros, que generaron una mayor preocupación por el ser humano y sus condiciones sociales, económicas, culturales, ambientales y ante la necesidad de conservar y enseñar al colectivo nuevas formas de apreciar el entorno, se sacudieron los cimientos de todas las instituciones, entre ellas, el museo y su forma tradicional de ser como recolector y conservador de objetos materiales bellos, raros o de carácter histórico, haciendo surgir la concepción de una nueva museología. (Pastor, 2005: s/n). Imbuidos por este espíritu, los intelectuales motorizaron a través de la UNESCO, organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura, la discusión de los expertos en todos sus comités, especialmente del ICOM, Comité Internacional de Museos y del ICOFOM, subcomité de Museología, el abordaje del concepto desde la perspectiva de la nueva museología, con figuras como Georges Henry Riviere, Huge de Varine-Bohan y Marcel Evrard, entre otros. De ellos es el primer investigador citado quien en la década de los años 70 plantea, en su curso de Museología en París, conceptos como el ecomuseo, a través del cual trata de integrar a la comunidad, el saber popular y el ambiente en un espacio territorial, no ceñido a un edificio. Riviere ya para el año 53 expresaba que: Parece que los museos... entran en una nueva fase de su desarrollo y que las fronteras tradicionales son cuestionadas.... están comenzando a poner en relieve las condiciones internacionales de los descubrimientos, o los aspectos sociales del trabajo industrial. ¿Dar este paso no es ya abrirse a los problemas humanos? (1989:188). El acercamiento a los “problemas humanos” llevó a teóricos de la museología a abordar los cambios paradigmáticos del modelo cartesiano-newtoniano de los museos tradicionales, sobre los cuales se habían construido sus actividades mono disciplinarias y antropocéntricas, heredadas de la creación de las diferentes ciencias autónomas del siglo XIX, (la historia del arte, la arqueología, ciencias naturales, etnología) de cuyos principios surgieron los museos modernos ilustrados. Museos especialistas en coleccionar objetos, motivados básicamente por el sentido estético de lo bello. Lo extraño o histórico y dirigidos a públicos anónimos y contemplativos, con el fin de perpetuar el “Status Quo”. (Alonso Fernández, 2001:62-63). Los museos tradicionales que se crearon desde esa óptica, fueron instrumentos para “ilustrar” a los visitantes sobre los avances que la modernidad brindaba a los países más poderosos del planeta y de las “curiosidades” y “exotismos” de los otros, considerados atrasados o “primitivos” (africanos, oceánicos y sudamericanos e inclusive otros países europeos (Grecia, Italia) a quienes se les expoliaron sus bienes patrimoniales para usufructo de los centros de poder. (De Carolis y Scheiner, 1995). A partir de la década de 1960, esta concepción es sacudida. El nuevo paradigma que se impone con la Nueva Museología, expresión acuñada para unificar y ampliar los significados y significantes de la interpretación, en unión con una visión amplia y social de la museología y la animación sociocultural, tiene como objetivo crear enlaces entre el patrimonio y la comunidad, entre los medios sociales y los educativos para que contribuyan a la compresión y conservación del patrimonio cultural, en un marco sostenible, favorecedor de una identidad positiva y tolerante. Se soporta en el pensamiento holístico – relativista einsteniano, en la multidisciplinaridad de la ciencia, que integrada al saber popular, se hace única, continua, plural, interactuante y evolutiva, lo cual acentúa la relación del ser humano con su ambiente natural y cultural. La museología es definida desde entonces como “la ciencia del museo; que estudia la historia y razón de ser de los museos, su función en la sociedad, sus peculiares sistemas de investigación, educación y organización, relación que guarda con el medio ambiente físico y clasificación de los diferentes tipos de museo” (Alonso Fernández. Ob. Cit: 32). En 1972 se produce la Conferencia sobre Patrimonio Mundial en París, en la cual la UNESCO expone los conceptos claves de patrimonio natural y cultural, integrando no sólo a los valores de carácter material creados por el ser humano, sino también los bailes, la lengua, las costumbres, fiestas religiosas y tradiciones, entre otros, que se transmiten básicamente a través de la oralidad. (conferenciapatrimoniomundial:s/n). La nueva concepción justifica a los objetos contenidos en los museos no tanto por su estética, rareza o valor histórico, sino como representación y consecuencia del pensamiento de su (o sus) creador (es), dotado por ende de una gran capacidad de sugerencias (Sheinner,2001:s/f). El objeto se convierte en un medio de comunicación de valores simbólicos, representativo de un horizonte social concreto que debe ser conocido por la comunidad que le es más inmediata como fundamento identitario y por el resto de los seres humanos para su reconocimiento y sentido de convivencia. El museo, de acuerdo a esta concepción, debe transformarse en un instrumento para la concienciación, abierto a todas las formas del conocimiento y a la valoración de todos los objetos representativos de valores simbólicos, sin exenciones, para promover cambios en su entorno, por lo cual debe soportarse en el diálogo con la comunidad para el estudio, la preservación y la difusión de la cultura de la sociedad donde se asienta. El objeto museal se convierte así en un instrumento que, contextualizado en su propio espacio, interactúa y se comunica con su colectividad, la cual deja de ser un “público anónimo”. Mientras que el Museo sale del edificio y se integra al territorio para hacer entender el patrimonio que posee. Estos conceptos que vieron la luz en el continente europeo a finales de la década de 1960 y durante las décadas de los 70 a los 80 (Riviere,1993:102-105), fueron profundizados, simultáneamente, en América donde se plantea la necesidad de abordar, desde la nueva perspectiva teórica, a los museos latinoamericanos, lo cual se expresa en las Resoluciones de la Mesa Redonda: La Importancia y el Desarrollo de los Museos en el Mundo Contemporáneo, realizada en Santiago de Chile en mayo de 1972, la cual recomienda a la UNESCO “…iniciar un nuevo enfoque en la acción del museo: el museo integral, destinado a dar a la comunidad una visión integral de su medio ambiente natural y cultural” (revistadigitalnuevamuseologia:s/f). El avance de experiencias atendiendo la nueva propuesta museológica, generaron esquemas y planteamientos han llevado a redefinir los elementos involucrados en todos los procesos de estudio museológicos. Los componentes fundamentales del Museo que plantea la Nueva Museología son: la colección que constituye un patrimonio pleno de significantes tangibles e intangibles; el visitante que debe integrarse participando como colectividad, y el territorio, constituido por la región: “… donde han convergido las diversas corrientes socioculturales de comunidades que se han asentado en dicho territorio a lo largo del tiempo, integrándose, compartiendo intereses, vocabulario y desarrollando actividades productivas” (De Carli. ). La Nueva Museología incorpora otros conceptos al profundizar en los aspectos teóricos, a través de los cuales se busca integrar aspectos que algunos pueblos orientales y aborígenes tenían definido pero que en la civilización occidental, por efecto de la filosofía materialista de la ciencia, impuesta por Descartes obvia: es lo referente al Patrimonio Inmaterial o Intangible. El concepto patrimonio intangible o inmaterial irrumpió en la UNESCO y en el mundo de la museología desde mediados de la década de 1990. Sin embargo el mismo estaba presente, reconocido como costumbres, formas de ser populares o folklóricas de los pueblos. Para estudiar este aporte se crea la Unidad de Patrimonio Intangible de la División de Patrimonio Cultural que se propone: primero transformar al patrimonio inmaterial en una forma tangible, y segundo, la realización de tareas de documentación y esfuerzos para mantenerlo vivo en su contexto original. Ambos planteamientos son complementarios e indispensables para preservar este tipo de patrimonio, sin embargo la UNESCO privilegia la segunda opción subrayando ... el papel esencial que sobre este patrimonio desempeñan los pueblos y las comunidades que lo producen y reproducen, estimulando la revitalización de estas expresiones culturales en sus contextos originales, pero considerando que estos patrimonios no son estáticos sino dinámicos, evolucionando en forma constante, debido a su estrecha relación con las prácticas propias de la vida en las comunidades (Aikawa, 1999: s/n). El Patrimonio intangible es definido por la UNESCO en la Convención de 2003, en la cual se trató especialmente este tema como “…los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas que las comunidades, los grupos y, en algunos casos, los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural”, el mismo tiene como características el transmitirse oralmente, ser constantemente recreado, infundir identidad, ser interactuante con la naturaleza y la historia, entre otras. Se espera que los museos empiecen a valorar la intangibilidad del patrimonio, fundamental para una tarea de acercamiento, ofrecer una oferta museológica de mayor contenido e identificación con las comunidades, no sólo en una labor de documentación sino también para interpretar la esencia de cada instrumento que se idea y luego se construye. Se vuelve a los preceptos platónicos para enlazar holísticamente al espíritu o “el alma” de la materia, trascendiéndola: ... allí donde el objeto, el monumento, el centro histórico de una ciudad, el sitio o el yacimiento arqueológico o natural se envuelven en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos, en ritos religiosos de tal manera que sólo se puede acceder a ellos integralmente a través del conocimiento de sus características inmateriales (De Carolis, 2001:s/n). Objeto, monumento y ciudades son entendidos, según estos principios, como testimonio material de la memoria de la sociedad y desde esta perspectiva, patrimonio y museo son conceptos de naturaleza polisémica que tanto pueden referirse a las manifestaciones de la psique humana, como a la biosfera o a la danza y pueden ser analizados o estudiados desde distintos niveles del conocimiento, desde la filosofía a la economía, pasando por las políticas públicas, lo cual obliga a repensar las propuestas museológicas en forma integral. En el caso de la institución Museo, este es pensado “a partir de su naturaleza fenoménica y de su pluralidad en cuanto representación. Como espacio perceptual creador de sentidos” (Sheinner, 2001:s/n) donde la exposición se convierte en un “método” sobre la simple presentación de objetos, para establecer el diálogo y la concienciación entre la comunidad y visitantes ocasionales. Los objetos se convierten en documentos, que ofrecen lecturas sobre el entorno, tanto espacial como temporal, pues el nuevo museo es considerado también un instrumento semiótico que se desdobla en todas direcciones del mundo de la percepción y de los sentidos, yendo de lo tangible a lo intangible. Reconocer la naturaleza fenoménica del museo permite abordar la muestra interceptándola a través de la experiencia, actos y sensaciones en una forma de permanente construcción que: ... trascenderá la materialidad de los objetos que lo representan y creará conjuntos sígnicos que sinteticen prácticas, valores y sensaciones del individuo como ser biológico y social –especialmente las que permanecen, de alguna manera en la memoria colectiva...constituyendo lo que se comprende como Patrimonio (Sheinner, Ob. Cit). Los acercamientos que plantea la nueva museología para abordar el objeto como documento para proveer conocimiento, en casos como el de América Latina, donde se tejen complejas redes que parten de múltiples raíces identitarias, donde se combina y crea un tejido híbrido en forma permanente, hace obligante a que la labor museológica refleje las viejas y las nuevas raíces simbólicas que se heredan, se crean y reconfiguran continuamente ya que: Las etnias y las naciones son hoy escenarios multideterminados donde diversos sistemas culturales se interceptan e ínterpenetran... Somos redes complejas y heteróclitas de prácticas y signos, de préstamos y transacciones culturales... la identidad hoy es políglota, multiétnica, migrante, hecha con elementos de varias culturas... como resultado de confrontaciones y combinaciones de muy diversas identidades... (García Canclini, 1993:84 ). Esta labor es necesaria ya que parte del efecto de la globalización, la cual crea tensión entre lo global y lo local y transforma las culturas, pero sin olvidar la esencia de la cultura originaria y tampoco desconocer los aportes que integra la nueva. La museología, al valorar el pluralismo cultural y el reconocimiento de la riqueza en la diversidad, puede promover actividades que procesen la integración de los fragmentos diversificados de la cultura como ejercicio para convivir con la diferencia, posibilitar la inclusión y compartir el patrimonio cultural. Las propuestas museológicas soportadas en la Nueva Museología, y aportan al museo tradicional, alternativas para atender las demandas y necesidades de la comunidad, analizando los objetos de su colección para detectar los ejes temáticos que presentan y relacionarlos con la realidad cultural donde se encuentra, para motivar la acción de la comunidad. En el caso específico de los museos de la ciudad de Coro: el Museo Diocesano, el de Cerámica Histórica y el Alberto Henríquez, estos últimos de la Universidad Francisco de Miranda, se han quedado anclados en las propuestas del siglo XIX Son Museos que exhiben muestras decimonónicas. Y que cuentan con ínfimos recursos económicos para poder actuar pertinentemente bajo los principios neo museológicos. Ambas instituciones: la eclesial y universitaria no han podido convertir estos centros en auténticos promotores de los conocimientos que aportan sus colecciones e integrarlos eficazmente al patrimonio de las comunidades dueñas de ese valor intangible: la feligresía, parroquias, jerarquía eclesial y en el otro caso: los estudiantes, profesores, personal de apoyo, pasando ambas a incluir, lógicamente, a sus entornos: los barrios, urbanizaciones y otros entes gubernamentales y privados. En el caso de la Universidad “Francisco de Miranda” su compromiso es mayor como ente surgido tras una lucha popular que la ata a la comunidad falconiana fundamentalmente. Sus museos universitarios deben responder a estos principios que ya habían sido trazados por el investigador José María Cruxent, al proponer nueve postulados para la creación del Museo del Hombre y luego durante la materialización del Museo de Cerámica Histórica y Loza Popular en diciembre de 1987, para superar los “50 años de atraso que tienen los museos en Venezuela”. Para él, un museo universitario debía ser “un centro para la investigación, la enseñanza y la promoción de saberes culturales que estimule e impulse nuestros propios estudios, abiertos a todo público para estimular la creación y la expresión de sentimientos” (Cruxent y otros: 1988: 143) El Museo debía concebirse como un difusor de la ciencia y la cultura, para la afirmación de la identidad a través del objeto, conviniendo que este surgiera de acuerdo a las necesidades y recursos disponibles, y muy especialmente atendiendo a su realidad, a su contexto. En la actualidad, los museos de la ciudad de Coro, a excepción del Museo de Arte Coro, están congelados en el tiempo, en espera de una política de estado, de entender, en las autoridades universitarias, la significación que tiene el museo para la siembra de identidad y para su puesta en valor ante la comunidad. Para ello la Universidad cuenta con el apoyo que le puede brindar la única maestría en Museología que se dicta en Venezuela y de las carreras en Conservación y Restauración de Bienes Muebles; de Ciencias Sociales, mención Turismo y de las otras Áreas de Educación, las cuales guardan una relación directa con los museos custodios de una rica fuente de conocimientos que deben ser transmitidos a la comunidad para su educación, disfrute y apropiación. Referencias bibliográficas Aikawa Noriko (1999) Patrimonio cultural intangible: nuevos planteamientos respecto a su salvaguardia. Documentos del Director. Mimeografiado. Departamento de Patrimonio Intangible. UNESCO. Alonso Hernández, Luís (2001) Museología y museografía. Ediciones del Serbal. España. De Carli, Georgina (2003) Vigencia de la Nueva Museología en América Latina: conceptos y modelos. Instituto Latinoamericano de Museos. ILAM. Versión electrónica. www.ilam.org. También publicado en Revista ABRA, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional. Editorial EUNA. Costa Rica. Julio-Diciembre. De Carolis, Nelly (2001) Lo tangible y lo intangible: un delicado equilibrio. Ponencia. IX Encuentro de ICOFOM-LAM. Montevideo. Uruguay. De Carolis y Scheiner, (1995): Facilitadoras Taller Bases teóricas de la Museología. Apuntes. Museo de Ciencias de Caracas. Cruxent J.M y Claude Ochsenius (1979) Informe presentado al Consejo Universitario para la Creación de Museo de Cerámica y Loza de la UNEFM. Documento mimeografiado. García Canclini, Néstor (1989) Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Grijalbo. México. Pastor, María José (2005) curso – Taller El objeto y su contexto. Una mirada a los museos de antropología (2005) Facilitadora: Coro. Decanato de Postgrado – UNEFM Riviere, Georges Henri (1993) La Museología. Curso de museología/Textos y testimonios. Ediciones Akal S.A. España. Sheinner, Tereza Cristina (2001) Museología y el patrimonio intangible: la experiencia virtual Ponencia. XI Encuentro de ICOFOM – LAM. Montevideo. Uruguay. www.revistadigitalnuevamuseologia www.UNESCO.org/conferenciapatrimoniomundial