lunes, 29 de octubre de 2012

Un tema para compartir.... Memorias de un Gallero... continuación: El gobierno de Medina Yo le tenía desconfianza a Medina Angarita porque era militar, pero su actuación en la presidencia me hizo cambiar de opinión. Fue un buen gobernante. Fue muy consecuente con los trabajadores petroleros. Bajo su gobierno se lograron aportes importantes. Durante el inicio de su mandato los partidos políticos, según el Inciso sexto de la Constitución de entonces, no estaban permitidos. Eso no impedía que los trabajadores que actuábamos por nuestra propia cuenta e interés no obtuviéramos beneficios de las compañías con el apoyo del gobierno. Todo estuvo bien hasta que en una convención de trabajadores en Caracas, discutiendo unos pliegos de trabajo, se paró un trabajador quien diciendo que hablaba a nombre de su partido Acción Democrática, en eso saltó otro insensato diciendo que él hablaba a nombre del Partido Comunista y todo eso salió en la prensa que cubría el acto. Se presentaron entonces López Contreras y Monseñor Arias Blanco al Presidente Medina indicándole -¡Se ha violado la Constitución¡- Medina Angarita admitió el hecho y clausuró los sindicatos. Sin embargo el siempre estuvo de lado de los trabajadores, Por ello gestionó y logró que el Congreso aboliera el inciso sexto para hacer restablecer los partidos políticos y los sindicatos, cosa que disgustó a López. Mientras estaban clausurados los sindicatos todos sus bienes pasaron a la nación, pero el gobierno de Medina dispuso crear en sus sedes escuelas para los trabajadores y pagar con el dinero de ellos a los maestros y así se hizo. Más tarde, cuando se abolió el inciso sexto el vino a Lagunillas y se dirigió a los trabajadores en un estadio donde nos dijo desde la tribuna que podíamos crear sindicatos pero que él prefería fuera uno solo para hubiese más fuerza y organización entre los trabajadores. También nos informó sobre la libertad para que nos afiliáramos a los partidos políticos que quisiéramos y también nos informó sobre el decreto que declararía al primero de mayo como Día del Trabajador. Cuando López Contreras, el día del Trabajador se celebraba el 24 de junio, pues López en su afán de proteger a las compañías lo hizo para que ella no pagara el día no trabajado. Cosa que sí logramos con Medina Angarita. En ese encuentro con los trabajadores, las compañías le ofrecieron un ágape al Presidente en su club, pero él no aceptó indicado que él tenía un compromiso con los trabajadores y esto no les gustó a estas empresas que nunca le llegaron a tener confianza. Durante su mandato, hubo varios conatos de huelga, pero el General le ordenaba a sus ministros –defienda a los trabajadores-, entre ellos el doctor Julio Diez, quien resolvía los problemas a favor de nosotros. Primero con los comisariatos, donde se les impuso a las compañías que nos dieran los productos al precio que tenían antes de la guerra. Los plátanos, el queso, el azúcar, el arroz, la leche, la harina, de maíz. Según la compañía señalaba que solo en los plátanos perdía tres millones de bolívares por las compras que tenía que hacer por la guerra. Aparte, nos tuvieron de que dar dos bolívares de aumento salarial. La Compañía quiso que todos los trabajadores fuéramos uno “utility”, así un empleado de oficina, si se requería debía hacer también trabajos de pico y pala y el obrero los mismo, pero con su mismo sueldo de obrero, pero esto lo paró el gobierno de Medina y lo que logramos fue dos bolívares más de aumento salarial. También bajo su gobierno logramos que las compañías nos dotaran de instrumentos de seguridad, guantes, zapatos, camiones adaptados para el transporte, media hora para el almuerzo. Con Medina obtuvimos 15 días de vacaciones y luego logramos el mes. Con este dinero podíamos ir visitar a nuestros familiares en nuestros pueblos y llevarles buenos regalos. Durante el tiempo que fueron clausurados los sindicatos, yo me puse a estudiar en una de las escuelas que se abrieron para los trabajadores y cuyos profesores eran pagados por las compañías. Como yo había hecho estudios en Aracua, me hicieron exámenes y me indicaron que yo estaba bien, pero como no estaban certificados me ubicaron en tercer grado y en cuarto que los hice en un año y luego hice el quinto y sexto en otro aprobando con 18 puntos y recibiendo mi certificado de educación primaria por parte del Ministerio de Educación. Los gobiernos de la Junta y Pérez Jiménez Pero luego vino el golpe de los adecos y los militares y tumbaron a Medina. A partir de entonces el partido Acción Democrática tomó fuerza Tanto en lo político como en lo sindical. Manejaba todos los puestos claves de las compañías como de los ministerios. En ninguna parte podías conseguir trabajo si no estabas inscrito en el partido o te recomendara. Los adecos tenían brigadas para que vigilaran y denunciaran a quienes no fueran del partido y a muchos los hacían detener sin pruebas ni hechos, pues no habían derechos humanos, ni libertad personal, ni nadie que reclamara. Yo sufrí por no querer acompañarlos ni en lo político ni en lo sindical. Formé parte de quienes fundamos el primer sindicato de trabajadores petroleros que organizó la huelga del 36 y les dije que no iba a inscribirme en el que ellos habían fundado. Además veía los desmanes que ellos hacían por puro sectarismo. Por eso, cuando Jóvito Villalba fundó a Unión Republicana Democrática para hacerle oposición a Rómulo Betancourt yo me inscribí en Lagunillas con el número 43 por Pan, Tierra y Libertad. Sin embargo eso fue como cometer un delito, pues empezaron por cometer contra mí toda clase de atropellos en el trabajo. Antes yo podía ayudar a gente para entrar a trabajar en la compañía, pues los caporales eran la vía para que ingresaran, yo le decía que podían, si eran 10, que los fuera reportando de dos en dos, ya que otras personas hacían lo mismo con sus paisanos y eran tiempos difíciles, pero así se hizo difícil. Por esos días había recibido mi certificado de estudios de sexto grado, lo cual fue motivo para que el superintendente de la empresa me felicitara y hablara con el Jefe de Transportación para un ascenso. Este me anotó para que laborara en su oficina, pero el Secretario vio la nota e hizo que me cambiara por un aprendiz que estaba en el taller mecánico. Yo vi el cambio y me quedé esperando. Había una oficina “overhot” que suministraba material pequeño pero importante para la empresa que era dirigida por un colombiano apedillado Acosta Vives quien se dio cuenta de la patraña y me mandó a llamar, me puso ante una máquina de escribir y me mandó a copiar una carta y a resolver un problema de regla de tres. Cuando terminé, me dijo que esperara y se fue a mostrar el trabajo realizado al Jefe de la Oficina de Transportación diciéndole –Yo necesito que este hombre pase a mi oficina!- el jefe le respondió: -Yo pensaba traérmelo para acá, pero si lo necesita puede llevárselo- Eso incomodó al personal de la oficina que era todos adecos. Sin embargo allí estuve poco tiempo pues al colombiano la compañía lo transfirió para la oficina que tenía en Bogotá. El me dijo –yo pensaba ayudarlo, pero me voy para mi pueblo. Acá queda con un paisano suyo que queda en la dirección de la oficina- Pero se equivocó. Este nuevo jefe fue mi peor adversario. Nada más al llegar me sacó de la oficina y me pasó para un departamento de materiales para unidades pequeñas desde bicicletas hasta para limosinas. Este era un espacio totalmente cerrado, con llave donde solamente podía entrar el despachador. Esto era para yo fracasara y poderme botar. Pero se equivocó, me día a la tarea de organizar los materiales y ordenarlos por orden de llegada, según los desembarcaran y registrarlos según salieran. Así podía contabilizar mejor y trabajar más rápido. Como no pudo hacer nada, me mandó a despachar los materiales pesados: tractores, camiones. Este depósito era sólo y cerrado, allí mandó a condenar 14 ventanas y una puerta auxiliar que tenía pues consideraba que se podían robar tales equipos por esa vía. Inventó eso para que yo renunciara, pero decidí ir al Sindicato pidiendo se hiciera una inspección. Vino una delegación de Maracaibo ordenada por el doctor Julio Diez, falconiano director de la oficina de asuntos laborales. Y allí se dieron cuenta de lo inhumano del lugar. Midieron la temperatura y llegaba a 90º Centígrados hacia las 10 de la mañana. Mandaron entonces a abrir las ventanas y la puerta y a hacerme una pieza con escritorios y sillas para mí y un ayudante y la dotación de una abanico grande y otra puerta grande para que entrara el aire libremente. Este paisano, de nombre Mario Hernández Calles se convirtió en un enemigo, tratando de hacerme el trabajo imposible, creyéndose jefe supremo de la compañía y del partido, al cual representaba vistiéndose todo de blanco: vestuario, zapatos y gorra blancos cuando estaba en la oficina. Cuando algún trabajador adscrito al sindicato adeco, que laboraba en su departamento hacia algún reclamo por alguna falta, Hernández llamaba a la directiva y le decía que no le dieran crédito a la reclamación. Yo que me daba cuenta, luego conversaba con los obreros y los convencía que no le dieran crédito a ese Sindicato pues no iban a conseguir nada con él y les explicaba por qué. Así estos renunciaban y se iban para el otro sindicato. Por ello más rabia me tenían. Otra muestra de la intolerancia adeca en esos tiempos fue cuando se estaba haciendo el proyecto para las elecciones presidenciales de Rómulo Gallegos, Rafael Caldera y Gustavo Machado, estábamos tomándonos una cervezas en un bar dos copeyanos, dos adecos y dos urredistas, todos compañeros de trabajo. Hablábamos de las elecciones y yo les dije que esas elecciones no eran necesarias pues Rómulo Gallegos era el futuro Presidente y que los otros candidatos no llegarían a nada. Los dos compañeros adecos se levantaron y se fueron y media hora después nos llegaron diez miembros del partido AD, preguntando que quienes estaban hablando de política allí. Yo les contesté que de acuerdo a la Ley, teníamos libertad y derecho para hablar de ese tema. Ellos se fueron, pero les advertí a mis compañeros que mejor nos fuéramos de allí. Salimos pero ellos insistieron que ir a otro bar que quedaba cerca. Les sugerí que pasaran a un reservado y yo me quedé en un velador afuera y pedí una botella de cerveza. Minutos después pasó por allí un profesor llamado Domingo Márquez muy apreciado en Lagunillas a quien le ofrecí un vaso de cerveza, al poco rato llegaron dos miembros de AD quienes le dijeron una serie de palabras agresivas y en respuesta el profesor casi se fue de las manos con ellos por lo que tuve que intervenir para que se calmaran. Con estas dos acciones el mismo día, les dije a mis compañeros que era mejor irse a la casa, pero ellos se quedaron en el bar. Era sábado. Amaneció el domingo, me levanté y como a las diez de la mañana me consigo con el Comisario del Campo quien me dice –¡Te salvaste! ¡Tu también estabas implicado en el golpe de estado! ¡Todos tus compañeros están presos y estarán incomunicados por más de cinco días!- Yo le dije al Comisario: -Pero ¿Cómo piensan que ustedes que cinco o seis hombres van a tomar una prefectura para tumbar el gobierno? Según me dijeron más tarde, la denuncia la hizo un señor de apellido Bocaranda, pero aun cuando lejos del sitio donde estábamos, alguien hizo un disparo de revolver, fue motivo para hacer llamar a los comandos que estaban en Mene Grande y en Punta Gorda, indicándoles que se había develado un complot en Lagunillas para tumbar el gobierno de la Junta Civico-Militar. Yo como sabía que me vigilaban por mi actividad en URD, me cuidaba de ellos. Al final, los militares sacaron a los adecos del poder. Pero eso no significó cambio. Caso contrario, fue peor pues todos fuimos perseguidos política y sindicalmente, aun cuando los adecos siguieron con su sectarismo, aun en la clandestinidad. El gobierno de Pérez Jiménez persiguió a todos los sindicalistas. Acción Democrática, como ex-partido aliado de los militares, fue clausurado. Durante este gobierno también hubo huelgas de los trabajadores petroleros, pero también había mucho miedo. Hubo una donde todos nos paramos por reivindicaciones, yo también lo hice como trabajador, sin embargo, un grupo se reintegró a las labores y yo fui acusado de ser uno de ellos. Quienes más criticaban eran aquellos que estaban con AD. Hasta me llegaron a culpar de perder esa huelga porque yo no había participado. Esto me produjo conflictos con mis compañeros, pero yo tenía un compadre que era sobrino del Jefe de Depósitos de la compañía y le dijo de lo que se me acusaba. Entonces él llamó a todo el personal y le dijo a mi jefe inmediato la razón por la cual me acusaba de tal hecho si ellos fueron los primeros que acudieron al trabajo cuando se declaró ilegal la huelga. Que él tenía los reportes para mostrárselos a todos y así todos callaron. Entonces se prohibió hablar de política en el trabajo y a mí me indicó que le avisara si era agredido nuevamente. Esas agresiones eran diarias y en cualquier momento y sin oportunidad para defenderme. Luego de esa reunión yo sentí un gran alivio. En una última huelga que se produjo en la empresa, el comandante de la Guardia Nacional de Lagunillas, me mandó a llamar. Fui y lo primero que me preguntó era si yo conocía a los líderes de Acción Democrática. Le dije que eran muchos, pero que no podía acusar a ninguno en particular. Entonces sacó una carpeta de su escritorio con una lista de nombres donde yo aparecía tachado en rojo. Se la habían suministrado dirigentes de dicho partido, para que me eliminaran en caso de ellos nuevamente tomar el poder. –Por esto lo mandé a llamar- me dijo –para advertirle. Pero tengo órdenes de protegerlo y para decirle que cuente con esa protección-. Le contesté que le agradecía todo –pero mi conciencia está libre- le recalqué y luego me fui. A pesar de todas esas desavenencias con la dirigencia adeca de la compañía, tan fanática y sectaria. Para las elecciones de diciembre del año 52, mi trabajo era convencer a esos compañeros de trabajo adecos que votaran por Jóvito Villalba. Uno de mis argumentos era que si así lo hacían, lograrían la legalidad del partido una vez URD en el poder. Betancourt ordenó no votaran, pero la gente votó por Jóvito. Yo fui fiscal del municipio Lagunillas y recorrí toda la zona. Sabía del triunfo porque las tarjetas del partido de gobierno no las echaban en las urnas sino en el suelo. Yo previendo la reacción, ordené recogerlas en cajas. Sabíamos que el triunfo era total. Esto motivó que el dos de diciembre se ordenara mi detención, pero unos jóvenes que pasaron frente a mi casa le dieron la información a mi esposa Flor para que me ocultara y así me fui a casa de un compadre,como a las 11 de la noche, pero como a la una de la madrugada, llegó una buseta con guardias, policías y de la Seguridad Nacional. La suerte que las casas eran parecidas y ellos se dirigieron a la otra casa lo cual me dio la oportunidad de salir por el fondo y refugiarme en medio de cuatro pipas que tenia la casa continua en la lavandería. Llegaron y rodearon la casa. Allí estaban mi papá y un cuñado, empezaron a interrogarlos. El chofer del carro y un guardia nacional al ver a mi esposa la reconocieron, era maestra de sus hijos ante lo cual el guardia nacional señaló: ”esta casa no se registra, la señora dice que no está y basta”. Cuando mi esposa y una comadre quien también era maestra en el mismo grupo escolar fueron a clase el día siguiente, el director las mandó a poner presas en la Policía de Lagunillas, pero el Jefe Civil les dijo que él no iba a recibir a estas maestras y entonces se las llevaron presas para sus respectivas casas, con la orden de presentarse cada vez que ellos pasaran por el frente, lo cual hacían cuatro y hasta cinco veces al día. Yo, por todos esos días, no podía llegar a mi casa, me consiguieron una casa vacía durante varios días, pero tenía que mudarme para varias casas de los vecinos y amigos. Duré más de dos meses fuera de mi casa. Todo esto lo viví pues yo ocupaba cargos en el partido URD como miembro del comité y era presidente del sindicato ORSI, que más tarde me lo quitó una comisión que mandó Pérez Jiménez cuando mandó a eliminar estas organizaciones. En ese entonces, fue electo diputado al Congreso un Secretario del Comité del partido que teníamos en Lagunillas y que luego se pasó al bando contrario, es decir, al partido de Pérez Jiménez y eso hizo que se nombrara una comisión que viniera al Zulia desde Caracas, encabezada por el Doctor Luís Hernández Solís y Raúl Díaz Legorburi para reunirnos en Lagunillas quienes me indicaron que yo era el hombre para encargarme de la dirección del Comité. Yo no quería pues les decía que siendo integrante del Sindicado donde tenía una representación importante no debería mezclar las cosas, pero ellos insistieron y acepté. Por la premura de la actividad, el acta no se asentó en el libro directamente sino en una hoja de papel. La directiva estaba integrada por conocidos y coterráneos, el Presidente era de La Vela de Coro; el Jefe de Reclamos, de Aracua; mis paisanos y el resto de la directiva habíamos trabajado en la misma empresa, la Schell. Así pues, además de ser el Secretario del Comité de URD, ocupaba el cargo de Presidente del Sindicato ORSI. No mandé a asentar la hoja de papel al libro y eso permitió que, cuando el gobierno mandó a tomar el Sindicato, poco tiempo después, no pudieran detener a nadie. Esta toma fue todo un asalto, la comisión que fue a cumplir la orden del gobierno, tenía entre sus objetivos mandar a poner presos a todos los de la directiva que fueran miembros del partido URD. Ellos hicieron una convocatoria para una asamblea y se trajeron personal de las contratistas y del Aseo Urbano de Cabimas y Lagunillas y me mandaron a avisar en el despacho donde estaba trabajando para que me presentar a presidir la asamblea. Yo les mande a decir que para realizar una asamblea se precisaba convocar con dos días de anticipación, por lo tanto esa asamblea era ilegal. Esto me lo dijo un escribiente que teníamos. Aproveché para les dijera a los militantes del partido y del sindicato no presentarse en esa asamblea y le ordené que se fuera para Maracaibo y le expusiera al doctor Felipe Araujo Herrera las situación que confrontábamos. Salí del trabajo y me fui directamente a Campo Rojo donde vivía el Secretario del Sindicato. Cuando me estoy bajando del carro, se me para un jeep por detrás y me ordenan subir a él. Al Secretario lo vi y pude hacerle una seña con la mano que se retirara. Me llevaron entonces. Había mucha gente pero ninguno de los miembros del Sindicato ni del partido. Me ordenan abrir el local, pero les digo que no tengo llave. Me dicen que rompa el candado y les digo que tampoco puedo hacerlo. Se me acercaron unos conocidos míos y me dicen: no te opongas que esta es una orden de Pérez Jiménez!. Al final ellos rompen el candado o las argollas y me dicen que suba al estrado. Les digo que yo no tenía nada que hacer allí y me quedé abajo con el grupo de gente. En eso veo que regresa de Maracaibo el escribiente a quien había enviado a informar al doctor Araujo Herrera, se me acerca y dice que trae un mensaje y que lo va a leer a todos. Yo le sugiero que se quede quieto, que no suba, que no lo lea. Pero porfiado, sube y toma el micrófono. Ni siquiera lo dejaron hablar!. Le quitaron el micrófono y se lo llevaron preso de allí mismo para la policía donde ya tenían al Jefe de Reclamos del Sindicato. Cuando la asamblea, que sigue su curso, termina de nombrar la nueva directiva, les digo que si su interés era tomar el sindicato, que van a hacer con los detenidos. Entonces nombran una comisión para que fuera conmigo a hablar con el Jefe Civil. Cuando estos estaban saliendo con su viandas en libertad el Comisionado nos dice, prepotente: con viandas ni papeles se tumba este gobierno, sino con tanques y camiones! Yo le dije: Así será- Pero poco tiempo después, cuando cayó Pérez Jiménez, ya yo estaba en Falcón. Empecé a escuchar las declaraciones de la Junta Patriótica encabezada por Fabricio Ojeda, a quien yo conocía como estudiante que llegó de Boconó, estado Trujillo y tuvimos la oportunidad de inscribirlo en el partido URD y escucharle su primer discurso político encaramado en el taladro número 6 de Lagunillas. Pensé: Como no estoy en el Zulia para recordarle a esa gente, que los papeles fueron la mayor contribución para la caída de Pérez Jiménez. Al final nunca fui detenido, porque tuve la suerte de que nunca se asentó en el libro de actas del Sindicato, los nombres de la directiva.
Chuma a sus 94 años.