Un tema para compartir.... La corianissima arepa pelà
La arepa en brasas |
Licda. Ana María Montero N. Esp/MSc - Fotografìas: Fernando Acosta.
“En
cuanto a su comer, hacen pan de aquel maíz de todas suertes… … hacen
un pan que denominaban “areppa” o arepa, la cual cuecen sobre cazuelas
de barro”
Galeotto Cey, 1539 – 1553
“Las peladas, peladas, peladas…” Ese es el voceo que se escucha
en las calles cuando vendedores ambulantes le ofrecen, aun calientes y suaves,
las famosas arepas peladas en Coro. Altamente apreciada por propios y visitantes,
tiene una larga historia poco conocida por los lugareños actualmente, aun
cuando si recordada por abuelos cuya memoria se pierde en el tiempo.
A manera de recuento señalaremos que el pueblo caquetío,
habitante de la gran llanada semiárida que cubre el noroeste del hoy estado
Falcón, desarrolló una incipiente cultura
agraria donde "El cultivo del maíz en el marco de una agricultura
intensiva, fue apoyado por sistemas de captación de lluvias (jagueyes, bucos o
presas) y de riego" (De Lima, 1999). Juan de Castellanos, citado por De Lima,
deja constancia de que en esta zona, al maíz le acompañaban otros alimentos
como la batata (Ipomea batatas) , la
yuca (Manihot esculenta), el ají (Capsicum sp), además del producto de la
pesca, la caza de venados, aves, iguanas y conejos silvestres, así como
actividades de recolección de frutos de la zona xerófita como el dato (Stenocerus griseus), la lefaria o breva
(Subpilocerus repandus) y los buches (Mammi paria) que entre otros frutos, marcaron la dieta de nuestros
antepasados aborígenes.
El uso de la sal, les permitió a los caquetíos, salar sus
productos cárnicos, especialmente pescados, para su conservación en este
ambiente seco y caluroso y desarrollar intercambios con pueblos vecinos del Caribe
y de la cercana serranía, donde también la producción de maíz llegó a ser tan
importante que con rituales de agradecimiento a la generosidad del suelo,
nuestros aborígenes prodigaban a la naturaleza agradecimientos por ese producto
tan vital como la tura, que no es otra que la mazorca de maíz, en cuyo honor
los descendientes de la antiguas tribus ayamanes celebran cada 23 y 24 de
septiembre en las poblaciones de Mapararí y otras al sur del estado y del
vecino Lara, el Baile de las Turas.
Una referencia, recogida por la profesora Eliet Acosta,
investigadora jubilada de la Universidad Francisco de Miranda, destaca que “los aborígenes paraguaneros, usaban las
conchas pulverizadas de las ostras y caracoles para pelar el maíz”. Esta
costumbre también fue extensiva en todos
los pobladores de la costa falconiana, principal asiento del pueblo caquetìo,
quienes tenían un alto consumo de moluscos
cuyas conchas fosilizadas se encuentran aún amontonadas en grandes cantidades en
localidades cercanas al mar y muy cerca de lo que fueron sus lugares de
asentamiento. Esas conchas tenían una variada utilidad además de alimento, pues
se usaban también para la elaboración de collares y otros adornos personales;
para ser incorporado a la arcilla en la elaboración de ollas y tinajas proporcionándoles
una adecuada porosidad, clave para el refrescamiento de líquidos o acelerar la
cocción de los alimentos y, tal como se indicó, para pelar el maíz. El uso de
estos moluscos pulverizados, también podía ser sustituida por la “piedra azul”,
a decir del Sr. Ignacio Colina, abuelo oriundo de la sierra coriana, la cual “se trituraba y se le echaba a la olla de
agua con el maíz, que se estallaba cuando
eso se hacía, entonces se ponía en la candela
por un rato largo, una hora más o menos y luego se dejaba reposar hasta
el otro día. Entonces se lavaba unas tres veces, estrujando bien los granos
entre sí con las manos, hasta quitar el polvo de la piedra, pues de lo contrario
uno se enfermaba y así, blandito el maíz,
se podía aplastar y moler el grano en el metate, para hacer la masa. Luego se
usó el molino de mano y en estos tiempos el eléctrico. Los granos y la masa toman por esa razón un color amarillento y tiene un sabor especial…
Un sabor que caracteriza a la arepa
pelada coriana.
Baile de las Turas, Mapararí. |
Don Nacho, artesano del barro y albañil de técnicas
antiguas, nos refiere que la “piedra azul” no es otra cosa que la cal,
material que ha manejado de muchas formas, indicando que es ese elemento lo que
le brinda ese sabor que identifica a esta arepa. Otra forma para pelar maíz que
se tiene en algunas poblaciones falconianas es la ceniza que queda del fogón,
especialmente la del árbol de cují (Prosotis
Julisflora).Todas estas formas utilizadas para el ablandamiento del grano
de maíz nos lleva a preguntar ¿Qué propiedades tienen esos tres ingredientes
que logran tal cometido? ¿Cuál es el elemento común que tienen esos tres
productos que permiten el mismo resultado?
Se ha determinado que esa trilogía es contenedora de
óxido de calcio y lo que acontece es que, cuando se mezcla alguno de dichos
elementos con agua, se produce un
proceso químico que transforma ese óxido de calcio en hidróxido de calcio, elevando
la temperatura del líquido a unos 90º C, que, luego de colocada al fuego hasta
su ebullición por espacio de una hora o dos, una vez apagado o bajado del fuego
el recipiente, el hidróxido continua actuando durante el día o la noche, ablandando
la cáscara del grano de maíz, lo que facilita ser triturados o molidos para continuar
luego con la elaboración del pan de maíz pelado. Este proceso era compartido
por muchos pueblos aborígenes de la región caribeña y, estimo, en todos los
pueblos aborígenes consumidores de maíz.
En México, dicho proceso químico para ablandar la concha del maíz se
denomina nixtamal. En la región
coriana no tiene en la actualidad un nombre definido, pero el conocimiento y práctica
de este bien cultural se mantiene incólume en el tiempo y es por ello posible
conseguir la masa de maíz pelado en algunos puestos del mercado municipal,
abastos y supermercados, continuando una tradición que identifica la corianidad.
La arepa pelá, como se expresa en “coriano”, sigue siendo
una excelente acompañante del selse, la chanfaina y el escabeche, del chivo asado
o con queso, natilla o suero. Se recomienda consumirla caliente, pues fría
tornase dura, aun cuando envuelta en un paño u hojas de cambur, se “sudan” y se
puede mantener suave por algunas horas. Más si se llegan a endurecer, se
remojan en agua o huevos batidos, se fríen y recuperan su suavidad y sabor.
Tiene la ventaja de dañarse menos y durar más tiempo, motivo por el cual los
campesinos serranos portaban en su “mapire” o saco de fique o hispopo, una
arepa pelada rellena con carne, huevos o gallina desmechada durante su jornada
y mientras que en la crónicas de los conquistadores se refiere que los
aborígenes la llevaban consigo en sus correrías comerciales, de caza o de
guerra, que mojaban si se tornaban duras, pudiendo consumirlas aun cuando les
dañaran los dientes.
La dimensión o el tamaño de la arepa se ha reducido, con algunas excepciones, con el tiempo, Hasta hace pocos años, la arepa
pelada tenía aproximadamente unos 15 o 20 centímetros de circunferencia, con un
espesor que podía alcanzar hasta centímetro y medio y era, una vez cocida, picada y presentada en
cuartos o en trozos sobre un plato o bandeja junto a la acompaña,
pues para el coriano, aun hoy, la arepa es la comida, lo demás es complemento.
Actualmente se elaboran tomando como medida unos 7 centímetros de
circunferencia como promedio. Usualmente se elaboraba todo el proceso
apoyándose en el fuego sobre leños, preferiblemente del cují. Luego la modernidad permitió aligerar
el proceso de su cocción, especialmente en Coro y Paraguaná, en cocinas a gas o
querosén. En los pueblos, aun se practica la primera forma para su cocimiento. Una proporción para pelar el maíz blanco es
que a cada 15 kilos se le agregan 200 gramos de cal y agua hasta cubrir
totalmente los granos.
Mas en Falcón, pueblo atormentado por la sed desde hace
siglos, existen otras formas ancestrales de elaborar pan, especialmente cuando
la sequía no permite la cosecha del maíz. Nuestros aborígenes entonces buscaban
en los montes los cocuyales, conjuntos del Agave
cocui Trelease, planta autóctona de estos ambientes semiáridos que en la
actualidad solo se conoce por la bebida espirituosa del mismo nombre, pero el
cual, originalmente era utilizado para elaborar pan, procediéndose a hornear la
pulpa o raíz de la planta, troceada en pequeñas lonjas para sustituir la arepa.
Igualmente, de la raíz de la enea seca (Typha latifolia) o del
fruto del árbol de Taque (Geoffroea
spinosa) eran procesadas y
extraídas unas harinas finas, con la cual elaboraban sus “arepas” lo cual les
permitió a muchos sobrevivir penurias como la ocurrida en 1912, fecha en la cual la tragedia se ciñó en
Paraguaná, diezmando sensiblemente a su población que emigró o falleció por sed
o hambre sin una asistencia digna del gobierno de Juan Vicente Gómez, cuya
memoria ha quedado en los falconianos representada a través de la devoción a las
Ánimas de Guasare, en el istmo de la península de Paraguanà.
En buena compañia |
A modo de conclusión estimo que parte de lo que hasta el
presente padecemos se debe a un desconocimiento sostenido en el tiempo de esos
aportes sustanciales que nos dejaron nuestros ancestros. Desconocemos y hasta
queremos transformar el ambiente en el cual vivimos sin estudiarlo debidamente
para poder potenciar sus aportes y particularidades. Hasta la década de 1930,
el uso de bucos y canales para riego de huertas se mantenía en localidades como
Pecaya, Pedregal o Urumaco, poblaciones asentadas en esta región semiárida,
produciendo importantes cantidades de maíz que suplían del producto al estado y
se exportaba, vía el puerto de La Vela, a las Antillas. Para ese entonces, en la parte sur de la capital falconiana, sus
famosas huertas proveían vegetales y otros rubros agropecuarios a sus
habitantes. Hoy dependemos de todo lo que nos traen, no han y hemos
transformado en pedigüeños y conformes con las migajas.
De la investigación que pueda generarse y compartirse sobre
lo que fuimos y somos, es posible puedan ofrecerse salidas a la actual
situación que tenemos y promover un desarrollo auténticamente sostenible que
integre el conocimiento a la cotidianidad, como parece desprenderse lograron los
pueblos que nos precedieron antes de la conquista, y que ahora con más
tecnología y ciencia se puede aprovechar para lograr mejores condiciones de
vida a los falconianos.
Fuentes documentales:
Acosta Montero, Eliet. 2013. Aquí
comemos “la flor de la olla”. Tradición junto a la sazón gourmet.Diario
Nuevo Día. Edición aniversaria .
Coro-Punto Fijo.
De Lima, Blanca. 1999. Curiana. Catálogo
de la exposición “Caquetio, cerámica y piedra” Museo Diocesano Lucas Guillermo
Castillo – Centro de Investigaciones Histórica Pedro Manuel Arcaya. Universidad
Nacional Experimental Francisco de Miranda.Coro.
Gonzalez Batista, Carlos. 2001. Noticia
histórica del cocuy (Agave cocuiTrealease)
Revista Crozatia Vol. 2, N° 3
enero-junio. Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda. Coro.
Lovera, José Rafael. 1995. Relación
de viajes de GaleottoCey 1539-1553. Biblioteca Nacional. Fundación Banco
Venezolano de Crédito- Embajada de Italia. Edición especial para celebrar el V
centenario del encuentro de dos mundos. Caracas.
Montero, Ana María. 2010. La raíz
prehispánica de la culinaria en la Región Coriana. Publicado en los sitios
oficiales de www.icofom.com.ar II Seminario de
Investigación en Museología. Buenos Aires.
--------------------------- 2011 Las
Ánimas de Guasare, lecturas que nos ilustran caminos a seguir. Ponencia. VII
Encuentro del hombre y la cultura andina y amazónica. Universidad Nacional José
Faustino Sánchez Carrión. Huacho, Provincia de Lima. Perú.
Entrevistas:
Sr. Ignacio Colina (Don Nacho). Sra. Nohemí Acosta, arepera Doña Toña. Calle
Buchivacoa con Girardot. Coro. 2014.
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