lunes, 29 de octubre de 2012

Un tema para compartir.... Memorias de un Gallero... continuación: El gobierno de Medina Yo le tenía desconfianza a Medina Angarita porque era militar, pero su actuación en la presidencia me hizo cambiar de opinión. Fue un buen gobernante. Fue muy consecuente con los trabajadores petroleros. Bajo su gobierno se lograron aportes importantes. Durante el inicio de su mandato los partidos políticos, según el Inciso sexto de la Constitución de entonces, no estaban permitidos. Eso no impedía que los trabajadores que actuábamos por nuestra propia cuenta e interés no obtuviéramos beneficios de las compañías con el apoyo del gobierno. Todo estuvo bien hasta que en una convención de trabajadores en Caracas, discutiendo unos pliegos de trabajo, se paró un trabajador quien diciendo que hablaba a nombre de su partido Acción Democrática, en eso saltó otro insensato diciendo que él hablaba a nombre del Partido Comunista y todo eso salió en la prensa que cubría el acto. Se presentaron entonces López Contreras y Monseñor Arias Blanco al Presidente Medina indicándole -¡Se ha violado la Constitución¡- Medina Angarita admitió el hecho y clausuró los sindicatos. Sin embargo el siempre estuvo de lado de los trabajadores, Por ello gestionó y logró que el Congreso aboliera el inciso sexto para hacer restablecer los partidos políticos y los sindicatos, cosa que disgustó a López. Mientras estaban clausurados los sindicatos todos sus bienes pasaron a la nación, pero el gobierno de Medina dispuso crear en sus sedes escuelas para los trabajadores y pagar con el dinero de ellos a los maestros y así se hizo. Más tarde, cuando se abolió el inciso sexto el vino a Lagunillas y se dirigió a los trabajadores en un estadio donde nos dijo desde la tribuna que podíamos crear sindicatos pero que él prefería fuera uno solo para hubiese más fuerza y organización entre los trabajadores. También nos informó sobre la libertad para que nos afiliáramos a los partidos políticos que quisiéramos y también nos informó sobre el decreto que declararía al primero de mayo como Día del Trabajador. Cuando López Contreras, el día del Trabajador se celebraba el 24 de junio, pues López en su afán de proteger a las compañías lo hizo para que ella no pagara el día no trabajado. Cosa que sí logramos con Medina Angarita. En ese encuentro con los trabajadores, las compañías le ofrecieron un ágape al Presidente en su club, pero él no aceptó indicado que él tenía un compromiso con los trabajadores y esto no les gustó a estas empresas que nunca le llegaron a tener confianza. Durante su mandato, hubo varios conatos de huelga, pero el General le ordenaba a sus ministros –defienda a los trabajadores-, entre ellos el doctor Julio Diez, quien resolvía los problemas a favor de nosotros. Primero con los comisariatos, donde se les impuso a las compañías que nos dieran los productos al precio que tenían antes de la guerra. Los plátanos, el queso, el azúcar, el arroz, la leche, la harina, de maíz. Según la compañía señalaba que solo en los plátanos perdía tres millones de bolívares por las compras que tenía que hacer por la guerra. Aparte, nos tuvieron de que dar dos bolívares de aumento salarial. La Compañía quiso que todos los trabajadores fuéramos uno “utility”, así un empleado de oficina, si se requería debía hacer también trabajos de pico y pala y el obrero los mismo, pero con su mismo sueldo de obrero, pero esto lo paró el gobierno de Medina y lo que logramos fue dos bolívares más de aumento salarial. También bajo su gobierno logramos que las compañías nos dotaran de instrumentos de seguridad, guantes, zapatos, camiones adaptados para el transporte, media hora para el almuerzo. Con Medina obtuvimos 15 días de vacaciones y luego logramos el mes. Con este dinero podíamos ir visitar a nuestros familiares en nuestros pueblos y llevarles buenos regalos. Durante el tiempo que fueron clausurados los sindicatos, yo me puse a estudiar en una de las escuelas que se abrieron para los trabajadores y cuyos profesores eran pagados por las compañías. Como yo había hecho estudios en Aracua, me hicieron exámenes y me indicaron que yo estaba bien, pero como no estaban certificados me ubicaron en tercer grado y en cuarto que los hice en un año y luego hice el quinto y sexto en otro aprobando con 18 puntos y recibiendo mi certificado de educación primaria por parte del Ministerio de Educación. Los gobiernos de la Junta y Pérez Jiménez Pero luego vino el golpe de los adecos y los militares y tumbaron a Medina. A partir de entonces el partido Acción Democrática tomó fuerza Tanto en lo político como en lo sindical. Manejaba todos los puestos claves de las compañías como de los ministerios. En ninguna parte podías conseguir trabajo si no estabas inscrito en el partido o te recomendara. Los adecos tenían brigadas para que vigilaran y denunciaran a quienes no fueran del partido y a muchos los hacían detener sin pruebas ni hechos, pues no habían derechos humanos, ni libertad personal, ni nadie que reclamara. Yo sufrí por no querer acompañarlos ni en lo político ni en lo sindical. Formé parte de quienes fundamos el primer sindicato de trabajadores petroleros que organizó la huelga del 36 y les dije que no iba a inscribirme en el que ellos habían fundado. Además veía los desmanes que ellos hacían por puro sectarismo. Por eso, cuando Jóvito Villalba fundó a Unión Republicana Democrática para hacerle oposición a Rómulo Betancourt yo me inscribí en Lagunillas con el número 43 por Pan, Tierra y Libertad. Sin embargo eso fue como cometer un delito, pues empezaron por cometer contra mí toda clase de atropellos en el trabajo. Antes yo podía ayudar a gente para entrar a trabajar en la compañía, pues los caporales eran la vía para que ingresaran, yo le decía que podían, si eran 10, que los fuera reportando de dos en dos, ya que otras personas hacían lo mismo con sus paisanos y eran tiempos difíciles, pero así se hizo difícil. Por esos días había recibido mi certificado de estudios de sexto grado, lo cual fue motivo para que el superintendente de la empresa me felicitara y hablara con el Jefe de Transportación para un ascenso. Este me anotó para que laborara en su oficina, pero el Secretario vio la nota e hizo que me cambiara por un aprendiz que estaba en el taller mecánico. Yo vi el cambio y me quedé esperando. Había una oficina “overhot” que suministraba material pequeño pero importante para la empresa que era dirigida por un colombiano apedillado Acosta Vives quien se dio cuenta de la patraña y me mandó a llamar, me puso ante una máquina de escribir y me mandó a copiar una carta y a resolver un problema de regla de tres. Cuando terminé, me dijo que esperara y se fue a mostrar el trabajo realizado al Jefe de la Oficina de Transportación diciéndole –Yo necesito que este hombre pase a mi oficina!- el jefe le respondió: -Yo pensaba traérmelo para acá, pero si lo necesita puede llevárselo- Eso incomodó al personal de la oficina que era todos adecos. Sin embargo allí estuve poco tiempo pues al colombiano la compañía lo transfirió para la oficina que tenía en Bogotá. El me dijo –yo pensaba ayudarlo, pero me voy para mi pueblo. Acá queda con un paisano suyo que queda en la dirección de la oficina- Pero se equivocó. Este nuevo jefe fue mi peor adversario. Nada más al llegar me sacó de la oficina y me pasó para un departamento de materiales para unidades pequeñas desde bicicletas hasta para limosinas. Este era un espacio totalmente cerrado, con llave donde solamente podía entrar el despachador. Esto era para yo fracasara y poderme botar. Pero se equivocó, me día a la tarea de organizar los materiales y ordenarlos por orden de llegada, según los desembarcaran y registrarlos según salieran. Así podía contabilizar mejor y trabajar más rápido. Como no pudo hacer nada, me mandó a despachar los materiales pesados: tractores, camiones. Este depósito era sólo y cerrado, allí mandó a condenar 14 ventanas y una puerta auxiliar que tenía pues consideraba que se podían robar tales equipos por esa vía. Inventó eso para que yo renunciara, pero decidí ir al Sindicato pidiendo se hiciera una inspección. Vino una delegación de Maracaibo ordenada por el doctor Julio Diez, falconiano director de la oficina de asuntos laborales. Y allí se dieron cuenta de lo inhumano del lugar. Midieron la temperatura y llegaba a 90º Centígrados hacia las 10 de la mañana. Mandaron entonces a abrir las ventanas y la puerta y a hacerme una pieza con escritorios y sillas para mí y un ayudante y la dotación de una abanico grande y otra puerta grande para que entrara el aire libremente. Este paisano, de nombre Mario Hernández Calles se convirtió en un enemigo, tratando de hacerme el trabajo imposible, creyéndose jefe supremo de la compañía y del partido, al cual representaba vistiéndose todo de blanco: vestuario, zapatos y gorra blancos cuando estaba en la oficina. Cuando algún trabajador adscrito al sindicato adeco, que laboraba en su departamento hacia algún reclamo por alguna falta, Hernández llamaba a la directiva y le decía que no le dieran crédito a la reclamación. Yo que me daba cuenta, luego conversaba con los obreros y los convencía que no le dieran crédito a ese Sindicato pues no iban a conseguir nada con él y les explicaba por qué. Así estos renunciaban y se iban para el otro sindicato. Por ello más rabia me tenían. Otra muestra de la intolerancia adeca en esos tiempos fue cuando se estaba haciendo el proyecto para las elecciones presidenciales de Rómulo Gallegos, Rafael Caldera y Gustavo Machado, estábamos tomándonos una cervezas en un bar dos copeyanos, dos adecos y dos urredistas, todos compañeros de trabajo. Hablábamos de las elecciones y yo les dije que esas elecciones no eran necesarias pues Rómulo Gallegos era el futuro Presidente y que los otros candidatos no llegarían a nada. Los dos compañeros adecos se levantaron y se fueron y media hora después nos llegaron diez miembros del partido AD, preguntando que quienes estaban hablando de política allí. Yo les contesté que de acuerdo a la Ley, teníamos libertad y derecho para hablar de ese tema. Ellos se fueron, pero les advertí a mis compañeros que mejor nos fuéramos de allí. Salimos pero ellos insistieron que ir a otro bar que quedaba cerca. Les sugerí que pasaran a un reservado y yo me quedé en un velador afuera y pedí una botella de cerveza. Minutos después pasó por allí un profesor llamado Domingo Márquez muy apreciado en Lagunillas a quien le ofrecí un vaso de cerveza, al poco rato llegaron dos miembros de AD quienes le dijeron una serie de palabras agresivas y en respuesta el profesor casi se fue de las manos con ellos por lo que tuve que intervenir para que se calmaran. Con estas dos acciones el mismo día, les dije a mis compañeros que era mejor irse a la casa, pero ellos se quedaron en el bar. Era sábado. Amaneció el domingo, me levanté y como a las diez de la mañana me consigo con el Comisario del Campo quien me dice –¡Te salvaste! ¡Tu también estabas implicado en el golpe de estado! ¡Todos tus compañeros están presos y estarán incomunicados por más de cinco días!- Yo le dije al Comisario: -Pero ¿Cómo piensan que ustedes que cinco o seis hombres van a tomar una prefectura para tumbar el gobierno? Según me dijeron más tarde, la denuncia la hizo un señor de apellido Bocaranda, pero aun cuando lejos del sitio donde estábamos, alguien hizo un disparo de revolver, fue motivo para hacer llamar a los comandos que estaban en Mene Grande y en Punta Gorda, indicándoles que se había develado un complot en Lagunillas para tumbar el gobierno de la Junta Civico-Militar. Yo como sabía que me vigilaban por mi actividad en URD, me cuidaba de ellos. Al final, los militares sacaron a los adecos del poder. Pero eso no significó cambio. Caso contrario, fue peor pues todos fuimos perseguidos política y sindicalmente, aun cuando los adecos siguieron con su sectarismo, aun en la clandestinidad. El gobierno de Pérez Jiménez persiguió a todos los sindicalistas. Acción Democrática, como ex-partido aliado de los militares, fue clausurado. Durante este gobierno también hubo huelgas de los trabajadores petroleros, pero también había mucho miedo. Hubo una donde todos nos paramos por reivindicaciones, yo también lo hice como trabajador, sin embargo, un grupo se reintegró a las labores y yo fui acusado de ser uno de ellos. Quienes más criticaban eran aquellos que estaban con AD. Hasta me llegaron a culpar de perder esa huelga porque yo no había participado. Esto me produjo conflictos con mis compañeros, pero yo tenía un compadre que era sobrino del Jefe de Depósitos de la compañía y le dijo de lo que se me acusaba. Entonces él llamó a todo el personal y le dijo a mi jefe inmediato la razón por la cual me acusaba de tal hecho si ellos fueron los primeros que acudieron al trabajo cuando se declaró ilegal la huelga. Que él tenía los reportes para mostrárselos a todos y así todos callaron. Entonces se prohibió hablar de política en el trabajo y a mí me indicó que le avisara si era agredido nuevamente. Esas agresiones eran diarias y en cualquier momento y sin oportunidad para defenderme. Luego de esa reunión yo sentí un gran alivio. En una última huelga que se produjo en la empresa, el comandante de la Guardia Nacional de Lagunillas, me mandó a llamar. Fui y lo primero que me preguntó era si yo conocía a los líderes de Acción Democrática. Le dije que eran muchos, pero que no podía acusar a ninguno en particular. Entonces sacó una carpeta de su escritorio con una lista de nombres donde yo aparecía tachado en rojo. Se la habían suministrado dirigentes de dicho partido, para que me eliminaran en caso de ellos nuevamente tomar el poder. –Por esto lo mandé a llamar- me dijo –para advertirle. Pero tengo órdenes de protegerlo y para decirle que cuente con esa protección-. Le contesté que le agradecía todo –pero mi conciencia está libre- le recalqué y luego me fui. A pesar de todas esas desavenencias con la dirigencia adeca de la compañía, tan fanática y sectaria. Para las elecciones de diciembre del año 52, mi trabajo era convencer a esos compañeros de trabajo adecos que votaran por Jóvito Villalba. Uno de mis argumentos era que si así lo hacían, lograrían la legalidad del partido una vez URD en el poder. Betancourt ordenó no votaran, pero la gente votó por Jóvito. Yo fui fiscal del municipio Lagunillas y recorrí toda la zona. Sabía del triunfo porque las tarjetas del partido de gobierno no las echaban en las urnas sino en el suelo. Yo previendo la reacción, ordené recogerlas en cajas. Sabíamos que el triunfo era total. Esto motivó que el dos de diciembre se ordenara mi detención, pero unos jóvenes que pasaron frente a mi casa le dieron la información a mi esposa Flor para que me ocultara y así me fui a casa de un compadre,como a las 11 de la noche, pero como a la una de la madrugada, llegó una buseta con guardias, policías y de la Seguridad Nacional. La suerte que las casas eran parecidas y ellos se dirigieron a la otra casa lo cual me dio la oportunidad de salir por el fondo y refugiarme en medio de cuatro pipas que tenia la casa continua en la lavandería. Llegaron y rodearon la casa. Allí estaban mi papá y un cuñado, empezaron a interrogarlos. El chofer del carro y un guardia nacional al ver a mi esposa la reconocieron, era maestra de sus hijos ante lo cual el guardia nacional señaló: ”esta casa no se registra, la señora dice que no está y basta”. Cuando mi esposa y una comadre quien también era maestra en el mismo grupo escolar fueron a clase el día siguiente, el director las mandó a poner presas en la Policía de Lagunillas, pero el Jefe Civil les dijo que él no iba a recibir a estas maestras y entonces se las llevaron presas para sus respectivas casas, con la orden de presentarse cada vez que ellos pasaran por el frente, lo cual hacían cuatro y hasta cinco veces al día. Yo, por todos esos días, no podía llegar a mi casa, me consiguieron una casa vacía durante varios días, pero tenía que mudarme para varias casas de los vecinos y amigos. Duré más de dos meses fuera de mi casa. Todo esto lo viví pues yo ocupaba cargos en el partido URD como miembro del comité y era presidente del sindicato ORSI, que más tarde me lo quitó una comisión que mandó Pérez Jiménez cuando mandó a eliminar estas organizaciones. En ese entonces, fue electo diputado al Congreso un Secretario del Comité del partido que teníamos en Lagunillas y que luego se pasó al bando contrario, es decir, al partido de Pérez Jiménez y eso hizo que se nombrara una comisión que viniera al Zulia desde Caracas, encabezada por el Doctor Luís Hernández Solís y Raúl Díaz Legorburi para reunirnos en Lagunillas quienes me indicaron que yo era el hombre para encargarme de la dirección del Comité. Yo no quería pues les decía que siendo integrante del Sindicado donde tenía una representación importante no debería mezclar las cosas, pero ellos insistieron y acepté. Por la premura de la actividad, el acta no se asentó en el libro directamente sino en una hoja de papel. La directiva estaba integrada por conocidos y coterráneos, el Presidente era de La Vela de Coro; el Jefe de Reclamos, de Aracua; mis paisanos y el resto de la directiva habíamos trabajado en la misma empresa, la Schell. Así pues, además de ser el Secretario del Comité de URD, ocupaba el cargo de Presidente del Sindicato ORSI. No mandé a asentar la hoja de papel al libro y eso permitió que, cuando el gobierno mandó a tomar el Sindicato, poco tiempo después, no pudieran detener a nadie. Esta toma fue todo un asalto, la comisión que fue a cumplir la orden del gobierno, tenía entre sus objetivos mandar a poner presos a todos los de la directiva que fueran miembros del partido URD. Ellos hicieron una convocatoria para una asamblea y se trajeron personal de las contratistas y del Aseo Urbano de Cabimas y Lagunillas y me mandaron a avisar en el despacho donde estaba trabajando para que me presentar a presidir la asamblea. Yo les mande a decir que para realizar una asamblea se precisaba convocar con dos días de anticipación, por lo tanto esa asamblea era ilegal. Esto me lo dijo un escribiente que teníamos. Aproveché para les dijera a los militantes del partido y del sindicato no presentarse en esa asamblea y le ordené que se fuera para Maracaibo y le expusiera al doctor Felipe Araujo Herrera las situación que confrontábamos. Salí del trabajo y me fui directamente a Campo Rojo donde vivía el Secretario del Sindicato. Cuando me estoy bajando del carro, se me para un jeep por detrás y me ordenan subir a él. Al Secretario lo vi y pude hacerle una seña con la mano que se retirara. Me llevaron entonces. Había mucha gente pero ninguno de los miembros del Sindicato ni del partido. Me ordenan abrir el local, pero les digo que no tengo llave. Me dicen que rompa el candado y les digo que tampoco puedo hacerlo. Se me acercaron unos conocidos míos y me dicen: no te opongas que esta es una orden de Pérez Jiménez!. Al final ellos rompen el candado o las argollas y me dicen que suba al estrado. Les digo que yo no tenía nada que hacer allí y me quedé abajo con el grupo de gente. En eso veo que regresa de Maracaibo el escribiente a quien había enviado a informar al doctor Araujo Herrera, se me acerca y dice que trae un mensaje y que lo va a leer a todos. Yo le sugiero que se quede quieto, que no suba, que no lo lea. Pero porfiado, sube y toma el micrófono. Ni siquiera lo dejaron hablar!. Le quitaron el micrófono y se lo llevaron preso de allí mismo para la policía donde ya tenían al Jefe de Reclamos del Sindicato. Cuando la asamblea, que sigue su curso, termina de nombrar la nueva directiva, les digo que si su interés era tomar el sindicato, que van a hacer con los detenidos. Entonces nombran una comisión para que fuera conmigo a hablar con el Jefe Civil. Cuando estos estaban saliendo con su viandas en libertad el Comisionado nos dice, prepotente: con viandas ni papeles se tumba este gobierno, sino con tanques y camiones! Yo le dije: Así será- Pero poco tiempo después, cuando cayó Pérez Jiménez, ya yo estaba en Falcón. Empecé a escuchar las declaraciones de la Junta Patriótica encabezada por Fabricio Ojeda, a quien yo conocía como estudiante que llegó de Boconó, estado Trujillo y tuvimos la oportunidad de inscribirlo en el partido URD y escucharle su primer discurso político encaramado en el taladro número 6 de Lagunillas. Pensé: Como no estoy en el Zulia para recordarle a esa gente, que los papeles fueron la mayor contribución para la caída de Pérez Jiménez. Al final nunca fui detenido, porque tuve la suerte de que nunca se asentó en el libro de actas del Sindicato, los nombres de la directiva.
Chuma a sus 94 años.

martes, 24 de julio de 2012

Un tema para compartir....Memorias de un Gallero, continuación
El gobierno gomecísta en San Luís. Cuando estuve convaleciente en La Masas, acostumbraban en la Prefectura de San Luís a reclutar gente para resguardar a las autoridades de noche. Nosotros éramos unos cuantos muchachos, yo tenía unos 17 años, y nos buscaban para ir, pero teníamos un familiar que nos daba el aviso y muchas veces teníamos que ir a dormir en el monte, porque los guardias con los comisarios de barrios les daban los datos para conseguirnos. Este era el gobierno de Juan Vicente Gómez donde había guerrillas de Manuel y Rafael Simón Urbina. Una noche tomaron la Prefectura matando a casi todos los funcionarios. En ese tiempo no había derechos humanos ni se respetaban a los menores de edad. Por eso teníamos que ocultarnos. Por esta toma de la prefectura agarraron uno de los guardianes, un muchacho de Las Masas que reclutaron de esa forma, acusándolo de apoyar la guerrilla, que él tenía que saber sobre el asalto de los Urbina ya que no le pasó nada durante el asalto. El se había ocultado. Lo llevaron al monte y allí le dieron una muerte terrible, cortándole el cuerpo por partes, en pedazos. Como no se quejaba y no hablaba le abrieron la boca y le encontraron una medalla con la imagen de la virgen del Carmen. Se la sacaron y enseguida murió. Lo enterraron en el mismo sitio. Con el tiempo los familiares sacaron los restos y le dieron cristiana sepultura. Según, allí se dieron cuenta cómo fue descuartizado. Esto lo hizo el gobierno, fue uno de los tantos desmanes que se hacían pero que nadie reclamaba. Los funcionarios imponían multas y “colaboraciones” arbitrarias a los que podían pagar y a los que no, los enviaban a trabajar en la carretera que estaban haciendo por el cerro de los indios, vía Churuguara. También pude ver cómo llegó una comisión de San Luís a buscar preso a un padrino mío y otro señor vecino. Sin decirles el motivo y los mandaron para el castillo de Puerto Cabello, durante un año estuvieron presos. Los denunciaron de conspirar contra el gobierno sin pruebas ni testigos. Los sacaron de sus casas. También vi como un funcionario llegó con unos burros y mandó a bajar un poco de maíz de la troja que tenía el dueño de una casa al cual buscaba para detenerlo. Como no lo encontró, se llevó el maíz. No recuerdo si era el mismo funcionario, pero conocí a un coronel Pachano, que se dio a la tarea de buscar a mi padrino Jorge Jiménez arbitrariamente ya que él se oponía y discutía por esos desmanes. Una de esas acciones que no aceptó mi padrino Jorge fue que el caserío tenía para la sombra de los animales, unas matas de cují muy frondosas. Pachano los mandó a cortar sin consultar a los dueños de las matas ni a la gente del pueblo. Llegó con más de 15 hombres también con la intensión de apresar a mi padrino. Nosotros, previendo el caso, lo habíamos encerrado en un cuarto ya que él quería hacerle frente al coronel. Este quiso entrar por la fuerza a la casa pero nos opusimos unos sobrinos y yo indicándole que debía traer una orden judicial, aun cuando sabíamos que podía hacer caso omiso de tal planteamiento. A uno de los sobrinos que venía llegando lo agarró el funcionario y le muchacho se le sacudió. Entonces este dio la orden de arrestarlo y amarrarlo y se lo llevó preso. Otro de los sobrinos –eran varios- me mandó a buscar a otro quien también era mi padrino, Fulgencio, este me dijo que le ensillara una bestia y se fue para Coro. Al llegar nos envió un telegrama que decía “Muerto Gómez, Presidente-gobernador Arístides Tellería. Chucho en libertad” Esto fue para nosotros de gran alegría. Padrino Jorge había servido con el general Tellería en Ciudad Bolívar. Pachano quiso volver a Las Masas, pero cuando llegó a La Quinta, le dijo Don Luís Villavicencio: -¿Para dónde va Coronel? Contestó: -Voy para Las Masas- Le dijo Don Luís -¡Oiga los tiros y los vivas! ¡Esa gente sabe que Gómez murió! – De inmediato Pachano se devolvió y se fue para Coro, vía Sabaneta. Padrino Jorge envió comisiones para detenerlo por todas las vías usuales de salida de San Luís. Pero no pensó en la de Sabaneta, que era la más lejana y menos transitada. La orden era no dejarlo ir. En ese entonces también pude saber lo que hacían estos funcionarios. Se informaban de los habitantes que tenían medios económicos para inventarles denuncias sobre tenencia de revólveres. Los hacían citar para que entregaran el arma. Así le pasó a mi padrino Fulgencio quien nunca había tenido un revolver. Tenían los funcionarios del gobierno un payaso que estaba pendiente de a quien llamaban. Le salía preguntando que le pasaba y cuando se enteraba, les ofrecía el arma indicándole que así podía ayudarlo, pues él le vendía el revólver, el afectado lo entregaba y así se libraba del problema, pues tenía que entregar el arma, si no se quedaba preso. De esta forma el negocio volvía al “dueño” Era un negocio entre los funcionarios y el payaso que lo que querían era conseguir dinero. Para el Zulia Después de todas estas cosas y de mi entera recuperación, a principios del mes de agosto de 1936 me fui para el Zulia. Mi Tío Fachito, quien ya estaba allí, me había conseguido con un caporal de la compañía anglo-holandesa Venezuela Oil Company, que después se llamó la Schell, un trabajo. Me decía mi tío que tan pronto llegara, el caporal me conseguiría el reporte. Salimos de La Masas con otros cuatro más a caballo hasta Curimagua. Delante de nosotros iba un muchacho que llevaba las maletas, una cecina de un chivo capón que se había criado y engordado con maíz y una lata de manteca de marrano. Yo iba acompañado de un primo, Pastor Jiménez, quien ya había ido al Zulia. Llegamos a Coro, no había carros, pero nosotros conseguimos un camión que salía esa misma noche. Era temprano aún y nos pusimos a caminar la ciudad. Pasamos por la casa de la señora Cantalicia de Medina quien estaba con Marucha Schiripa, quienes también iban para el Zulia pero no conseguían carro. Allí me entero por la Señora Cantalicia que su hijo Lorenzo se había casado por poder con María y que ella llevaría a Marucha para entregársela. Yo le dije que si querían yo hablaba con el chofer del camión y se iban con nosotros. Ellas aceptaron y así lo hice. También hablé con mi compañero que teníamos contratado los dos puestos delanteros para que se los cediéramos a ellas y no hubo problemas. Pero yo no sabía cuántos días podíamos durar en el camino, montados en la parte de atrás y ¡Duramos cuatro! Había que vadear ríos o esperar que bajaran, estaba lloviendo y cuando no, el sol que nos pegaba fuerte. No era en verdad una carretera, era una gran trocha donde no había puentes. Por fin llegamos a los Puertos de Altagracia y a esperar una embarcación que llevara a la señora Cantalicia y a Marucha hasta Los Haticos, en Maracaibo. Las acompañamos y luego nos fuimos al puerto de Maracaibo para embarcarnos en un barquito que nos llevara a Cabimas. Allí tomamos un carrito para ir a Lagunillas y cuando nos bajábamos del carro, nos vio un muchacho a quien habían enviado para nos recibiera en Los Puertos de Altagracia, pero se puso a beber y se olvidó de nosotros. Nos hizo meter de nuevo en el carro y nos llevó a Campo Rojo donde él trabajaba y allí nos tuvo casi todo el día para justificar su falta. Tres días después de llegar, el caporal me mandó a buscar, pero con las molestias de las tablas del camión donde venía sentado, me salió un “nacido” que me mantuvo varios días varado hasta que pude presentarme. Una noche unos primos que ya tenían tiempo en el Zulia me llevaron a un bar y me preguntaron que quería beber. Yo dije -¡Cola!- Ellos me dicen que pida una cerveza. Pero yo les dije que a mí no me gustaba, pues creía que era como cuando estaba en Curimagua, que se vendía caliente y esos sabía mal, además de oler a orine de bestias. Ellos insistieron y al final probé una y dije: -¡Esto es muy especial!- Desde entonces mi bebida predilecta fue la cerveza Zulia. Cuando empecé a trabajar me metieron en el departamento de Transportación. Un trabajo de suplidor de implementos para los camiones que tenían seis hombres y el chofer. Debía darles las herramientas que consistían en picos, palas, cadenas, “perros” para cadenas, “perros” para madera, “gatos”, barras y potes para agua, “pateclas”. Para mí lo de “perros”, “gatos”, “pateclas” me parecían cosas extrañas, pero poco a poco fui aprendiendo. Cuando regresaban los camiones entregaban los materiales que habían recibido. Con los meses, cuando un trabajador se enfermaba o faltaba, me enviaban a suplirlo. Me tenían como “utility” y hasta los choferes me pedían para integrar su equipo, así me dejaron fijo en un camión especial de gasoil y me mandaron para integrar un equipo de obreros especializados. Ganaba seis bolívares semanales y aun cuando no era mucho, con eso pagábamos la comida, el hospedaje, se mandaba dinero para la familia en Las Masas y nos quedaba para la cerveza. Yo le daba a mi tío quien no tenía un trabajo fijo sino como “guachimán” alguna que otra noche. Vivíamos en el sector Los Cocos, en Lagunillas, mi Tío Fachito, mi padrino Camilo y casi todos los de Aracua y Murucusa aun cuando también había otros corianos que trabajaban en la Compañía o en alguna contratista. Sin embargo, para la primera semana de trabajo solo me pagaron tres bolívares. Los otros seis se los reservaba la compañía para entregármelo, en caso de retiro, para que me fuera a mi casa o mi pueblo. Esos tres bolívares era todo lo que teníamos de prestaciones sociales. La huelga petrolera del 36 y el gobierno de López Contreras. El trabajo en los camiones era muy duro y peligroso. Transportación se encargaba de todo el sistema para la perforación. Suministraba todos los equipos y materiales: las maquinarias para la exploración de locaciones, llevar la madera para hacer la plataforma para el taladro, la cabria para la torre del taladro, la mesa rotatoria, el camión especial. A mí me tocaba dejar en posición la barra de perforación. Con una guaya de una pulgada de grosor, sujeta por una patecla, se impulsaba la barra mediante un güinche que yo manejaba con el mayor cuidado para que entrara en el lugar específico de la plataforma para que la mesa se mantuviera recta. Si se desviaba, lo cual podía afectar la plataforma, yo debía darle el toque de impulso hasta hacerla caer en el sitio indicado y dejarla lista. Abajo mientras tanto, el caporal vigilaba el proceso para que la barra llegara a tierra pasando por la cavidad de la plataforma en la forma correcta y proceder a conectar unos 300 tubos que iban hacia el pozo subterráneo donde estaba depositado el petróleo, en la medida que la mecha colocada en la barra: un tubo macizo que perforaba el suelo, también vigilaba que los otros obreros fueran sellando el hueco con cemento, cuya carga de 300 sacos que montábamos a pulso al camión y que también preparábamos. Así dejábamos todo listo para que luego Producción montara un motor •Buda” para el funcionamiento del balancín. Todo ese trabajo era enteramente rudimentario. Teníamos que ponerle un tubo en cada esquina del camión para darle más estabilidad- Sin embargo era peligroso. Los tubos se podían rodar y acarrear accidentes como el padecido por un primo, quien, estando instalando la barra, esta, para ser subida al camión requirió de ser auxiliada con una camioneta a la cual amarraron con un mecate, pero por lo pesada, éste se reventó y la barra se devolvió pasando con gran rapidez por encima del brazo y se lo molió completamente quedando inútil. La compañía no le pagó por esto. En ese entonces no teníamos ninguna protección laboral. El horario era de ocho horas de lunes a viernes, pero si se pasaban más de una o dos horas, no se pagaba sobretiempo. El sábado y el domingo no eran laborables, más si la compañía requería que trabajáramos lo hacíamos, pues era obligatorio ir pero el pago era sencillo. No teníamos transporte, ni servicios médicos, ni de ninguna clase, menos para la familia. No teníamos vivienda, ni siquiera agua fría para aliviar la sed durante la jornada de trabajo. Los potes de agua que llevábamos los colocábamos debajo de las matas para medio refrescar el agua, que, por la temperatura del Zulia era caliente. Todas esas cosas llevaron a la huelga en diciembre del año 36. Para lograr las cosas el Sindicato Petrolero que ya habíamos fundado hizo un gran trabajo en todo el trayecto de la huelga, porque hizo que todos entendiéramos la lucha por todas esas injusticias que sufríamos. Los jefes decían que los venezolanos con hambre no duraríamos ni tres días en la huelga pero duró cuarenta y tres. Los “musiues” tuvieron que salir a hacer sus servicios. Aun cuando López Contreras nos obligó a reintegrarnos por un decreto presidencial, muchos de los artículos del pliego de peticiones que había introducido el Sindicato fueron reconocidos pues se demostraba la situación injusta que padecíamos. Se reconoció a la familia completa en los servicios sociales, se obligó a la dotación de hielo y agua potable, el pago de un bolívar por casa, el pago de tiempo y medio para los trabajos los sábados y domingos y para los días feriados, también para los trabajos nocturnos, y el pago de sobretiempos para las horas extras de obligado reporte y otros más. Pero López no aceptó que nos pagaran los días de huelga como salarios caídos, que según el Sindicato eran 43 millones de bolívares. López Contreras lo que hizo durante la huelga fue hacerse cargo de los intereses de las compañías, pero no se metió con nosotros pues la huelga fue pacífica todo el tiempo. El Sindicato recibió de varios estados apoyo en alimentos. Camiones llenos de plátanos y verduras llegaban de Trujillo, del sur del Lago y de otros pueblos andinos. De Coro llegaban las cecinas de chivo o pescado salado, maíz, para que los trabajadores y sus familias no pasáramos hambre. De casi todos los estados enviaban comida de todas clases en apoyo a los trabajadores petroleros que se guardaban en un depósito del Sindicato. También de Trujillo, de Lara y de Coro venían gente traída por la compañía para quebrar la huelga, pero el Sindicato tenía unas brigadas que persuadían y contenían a esa gente a quienes se les ofrecía a su vez alimentos que tenía el Sindicato en el depósito que muchos aceptaban y otros sencillamente se solidarizaban. Hubo familias de estos otros estados que ofrecieron ocuparse de los hijos de los trabajadores para que no pasaran trabajo mientras se estaba en la huelga. En Caracas no los dejaron pasar. Todo esto hizo que se lograran los objetivos. Así se consiguió avanzar. A López, a pesar de todo, no le quedó más remedio que aceptar que lo que se pedía era justo. Sin embargo no dio totalmente su brazo a torcer y buscó favorecer a la compañía no haciendo cancelar los días de huelga y el obligarnos a volver mediante decreto. La quema de Lagunillas de Agua A principios de 1937 estábamos en plena guerra mundial. Entonces necesitaban de una persona que supiera leer y escribir y me pasaron de trabajar en los camiones a una bomba de gasolina para que despachara los vehículos. Esta originalmente era un cilindro que había que abría con una llave y luego cerrarla, pero la guerra demandaba reforzar la seguridad del muro del lago, ello requería instalar una estación más moderna ya que la empresa debía garantizar el servicio en tales circunstancias. Dieron estos trabajos por contrato para acelerar todo y trabajar en 3 turnos las 24 horas. Esto implicó colocar tres despachadores para atender los requerimientos de las contratistas y anotar todo los que se procesaba. Estando allí se incendió el pueblo de Lagunillas de Agua. Como yo tenía guardia esa noche, me tocó darles gasolina a los damnificados que venían cubiertos de petróleo. Un buzo sacaba gente por el muelle de la compañía y los jefes, que estuvieron allí toda la noche, me dieron la orden de darles toda la gasolina que necesitaran. La mortandad fue grande. Como todo era de madera, hasta el puente que comunicaba la población con el muro y el pueblo de tierra, la gente cayó al agua y como esta estaba llena de petróleo y gas, se quemó. El fuego proveniente de una lámpara que se le prendió a una mujer y quien, para apagarla la tiró al lago, acabó con todo en poco tiempo. Los que no murieron quemados murieron ahogados, pues todo se desplomó y la gente no tuvo por donde salir. Yo había pasado un rato antes por allí, me gustaba ver las mujeres bonitas que trabajaban en los bares cuando iba para el trabajo en la bomba. Era un sitio agradable, ni bonito ni feo. Todo hecho en madera. Creo que nunca se supo cuantos murieron, fue una tragedia. Con el incendio de Lagunillas de Agua, López Contreras decretó hacer Ciudad Ojeda, ciudad con cuyo nombre perdura. Las primeras casas que construyeron en Ciudad Ojeda se las dieron al cuido a Próspero Molina, como era muy conocido y amigo mío, yo le dedicaba un día a la semana para visitarlo. El estaba solo y las casas no estaban habitadas todavía. A Próspero yo lo conocía desde Aracua y Murucusa pues de pequeño le ayudaba a cuidar su cuerda de gallos. Cada vez que él viajaba a Falcón y regresaba para el Zulia, me traía un gallo, pues sabía de mi afición por los ellos. Yo jugaba gallos en Lagunillas y en Puerto Quemado, pueblo limítrofe con Trujillo. También mi hermano Natividad, quien había vuelto a trabajar en el Zulia me traía gallos, Una vez me trajo uno y le dijo a Esteban que ese gallo era tan bueno que aun con botas daba golpes de sangre. Yo lo jugué en Lagunillas y en la pelea perdió un ojo, pero aun así lo fui a jugar a Puerto Quemado. Allí salió “casado” con un gallo español cuyo propietario era un chino también jugador de gallos. Ese era un gallo especial, lindo el animal. Todos apostaban al gallo español. Le dije a Natividad, -Vamos a ver si es verdad que este gallo, aun tuerto, da ese golpe de sangre que tú dices, si no me has engañado- Fue una buena pelea, los gallos salieron parejos. El español le dio buenos golpes a mi gallo tuerto, lo picaba con fuerza. En una de esas hizo el tuerto una amenaza de pique y el español se fue para atrás, situación que aprovechó mi gallo para darle un espuelazo en la cara. El chino cuando vio herido a su gallo trató de recogerlo para salvarlo, a pesar que así perdía. Pero mi gallo tuerto le lanzó un segundo golpe al gallo español, ya en la mano del chino y se lo mató en el acto. En esta pelea un grupo de margariteños y zulianos que nos acompañaban y apostaron a mi gallo saltaron de alegría y tomaron a mi hermano Natividad y lo pasearon a hombros por la gallera, pues había sido cierto lo dicho sobre tuerto. En ese tiempo también López Contreras dictó un decreto muy curioso, para hacer regresar a los margariteños a su isla, y lo hizo por una solicitud que hicieron las madres y señoras de la Isla de Margarita, cuyos maridos o hijos se habían venido al Zulia y allí estaban sin acordarse de sus familias. Entonces buscaron a una buena parte de los margariteños, los metían en un barco y los mandaban para su tierra natal., pero esta gente, acostumbrada ya a estos campos, volvieron clandestinamente de regreso al Zulia y allí se quedaron. Durante su gobierno, volvieron al país muchos venezolanos exilados por el gobierno de Gómez. Algunos de ellos, preparados en el exterior, fueron llamados por López para ocupar cargos en el gobierno. Recuerdo al doctor Néstor Luís Pérez Luzardo, quien trabajo como ministro de Fomento. Se había especializado en petróleo. El se dio cuenta de las irregularidades que cometían las empresas con el petróleo. Descubrieron que los tanqueros tenían doble fondo y solo declaraban una parte para efectos de impuestos, entonces les impuso como multa construir la carretera Lagunillas-Motatan y la construcción de puentes en la vía. También descubrió que las compañías tenían varios pozos en explotación pero que no habían sido declarados, Dispuso entonces que construyeran la carretera Falcón-Zulia, pero esto no se logró pues las compañías hablaron con López y este lo destituyó, aun cuando le ofreció el ministerio de Educación. Pero él le dijo que sus estudios lo habían capacitado en petróleo, no en educación. Lo sustituyó un doctor Serrano. Al poco tiempo Pérez murió, Era un zuliano, yo admiraba su integridad y valentía. Una cosa diferente que hizo López fue que no quiso ser reelegido, porque aquí se acostumbraba desde Gómez a recoger firmas para ser reelegido presidente. Entonces se nombraba a un funcionario que representaba al presidente en Caracas y Gómez se quedaba en Maracay con las Fuerzas Armadas. Quisieron hacer lo mismo con López, donde él dijo que no, porque había que enseñar al pueblo para que este nombrara sus gobernantes. Pero él nombró como su sucesor al General Isaías Medina Angarita. Hubo elecciones pero el Congreso era quien daba el veredicto y nombró Presidente a Medina Angarita,

sábado, 14 de abril de 2012

MEMORIAS DE UN GALLERO. Recuerdos de mi padre





A manera de introducción:

La realidad tiene muchas vertientes para ser interpretada. Cada ser humano tiene una percepción que, sujeta a sus experiencias, le permite analizar y entender su vida y la de sus semejantes. Esta percepción muchas veces se pierde pues son muchos quienes las cuentan pero pocos quienes se ocupan de recopilarlas y contarlas y menos, escribirlas. Motivado por quienes lo acompañaron en los últimos años de su vida, este venezolano común, con una vivencia de casi cien años, se dedicó a escribir su experiencia de vida durante la cual se produjo el cambio de una sociedad agraria a petrolera, con los subsiguientes hechos que marcaron la política, la economía, la cultura del país y lo que significaron cada uno de ellos en su cotidianidad. El texto, narrado en primera persona, apenas intervenido para respetar la sintaxis del cuentista, es un homenaje a Jesús María Montero Vergara, mi padre, quien se despidió físicamente de nosotros el pasado 30 de mayo de 2011, dejándonos este pequeño gran legado.


Chuma, mis primeros años.

Yo, Jesús María Montero Vergara, nací en la población de Las Masas, cercana a San Luís, la capital del Municipio Bolívar del estado Falcón, el 14 de enero del año 1914. Para entonces el General Juan Vicente Gómez tenía 7 años gobernando Venezuela. Soy hijo de Juan Isidoro Montero y de Silveria Vergara de Montero, fui el menor de otros dos hermanos; Natividad y Esteban. Mi mamá murió cuando yo tenía 14 meses de nacido y mi papá quedó sólo. Era originario de Charaima, Paraguaná, y pensaba regresarse y llevarnos con él, pero mi familia, al parecer por solicitud de mi mamá enferma, no lo aceptó, haciéndose cargo de nosotros.

Por mi edad, una tía materna, Francisca; se hizo cargo de mí, pero ella murió al poco tiempo de la gripe española, la cual mató mucha gente en todo el estado y a su muerte, mi tío Manuel Bonifacio Vergara, quien ya se había hecho cargo de mis otros hermanos, me llevó para su casa para criarme y así lo hizo. Entonces la familia era toda unida y así las primas mayores de la familia Gutiérrez Acosta me atendieron y cuidaron como hijo de familia y por cariño empezaron a llamarme Chuma, Chu por Jesús y ma por María.

Fui muy consentido en la familia pues, como hijo maute –huérfano pequeño- las atenciones eran mayores. Mientras, mi papá se regresó a Paraguaná, donde poco tiempo después conoció a una viuda que tenía un hijo al cual adoptó y con ella engendró otros seis hijos, cuatro varones y dos hembras a los cuales no conocí hasta cumplidos los 18 años. Durante ese tiempo no vi a mi papá, mi tío siempre me hablaba de de él y me decía: “Hijo, usted tiene un padre que algún día vendrá a conocerlos y deben tratarlo bien, pues es un buen hombre”. Por eso cuando lo conocí no le dije nada, no había nada que reclamarle.

Pero volviendo a mi tío, conocido por el apodo de “Fachito”, el se fue para Aracua donde hizo trabajos agrícolas llevándose a mis dos hermanos. Allí duraron muchos años, pero al llegar las compañías petroleras al Zulia, Natividad y Esteban se fueron a trabajar en ellas y yo me quedé con mi tío. En Aracua realicé mis primeros estudios.

Aracua era muy próspero en agricultura, se daba todo lo que se sembraba. Entonces llovía mucho y la montaña era frondosa. Era tierra baldía, la gente llegaba a trabajar sin ningún tropiezo. Conocí gente de otros lugares ir a vivir allí y que después se fueron a Churuguara. Era gente que trabajaba e hizo fortuna. Eran tan buenas estas tierras que la mayoría tenía sus siembras al fondo de sus casas. Luego llegó Andrés Henríquez pagando bien las bienhechurías a los habitantes, estos vendieron y Andrés Henríquez mandó a cercar los terrenos. Entonces los trabajadores tuvieron que hacer sus labranzas lejos del lugar. Henríquez lo que hizo fue crear pastizales y empezó a meter ganado. Con eso empezó la deforestación de la región. La montaña era tan frondosa y grande que llegaba a Murucusa, Las Guarabas y toda Aracua hasta Churuguara. Había allí toda clase de animales: tigres, báquiros, leones, aves como paujíes, todos se encontraban silvestres. Luego los veranos también terminaron con la vegetación. El año 1926 hubo un verano largo en todo el estado. Hubo emigración de la Península de Paraguaná y algunos murieron antes de llegar a Churuguara, que era a donde pensaban llegar para encontrar refugio.

En ese entonces mi tío Fachito se casó en Aracua con Carmen Siliet y formó su familia: dos hijos varones y dos hembras, yo vivía con ellos, cuidaba de todos, también de los animales: los burros y las yeguas. Mis hermanos antes de irse para el Zulia se dedicaban a la agricultura. Hicieron sembradíos en Cerro Negro, bastante retirado del lugar. El maíz no duraba porque el “gorgojo” se lo comía. Los dueños de siembras hacían una casa o troja para conservarlos. Esto consistía en una pieza compartida, tejida de varillas para echar el maíz en mazorcas. La mitad de la pieza quedaba debajo, donde se prendía candela para conservar el maíz impregnado con el humo. Era la única forma de conservarlo. El trabajo era traer el maíz de Volador y Cerro Negro, lugares donde cultivaban además la yuca, la auyama, la patilla, lechosa, el frijol y otros productos.

En Aracua la educación era muy buena. Teníamos buenos maestros como Carmen Ybarra de León, Pragedis García quienes eran de Coro y la señora Olimpia López de Morón, donde hice mis primeros estudios. Cuando salía de clase me iba donde el señor Próspero Molina, hombre de muy buen vivir quien me quería mucho, me brindaba mucho cariño. El tenía una cuerda de gallos en su casa y como desde pequeño he tenido esa afición, le ayudaba en la limpieza de los gallos y cuando los topaba, por lo cual, cuando los sacaba a jugar me llevaba a donde fuera. El hablaba con mi tío, me aperaban un burro y él se encargaba del burro y de mí. Salíamos a jugar en los caseríos cercanos: Las Guarabitas, la Sabana, Arajú, Santa Rosa y el propio Aracua. El me preguntaba si jugaba y yo le decía que uno o dos bolívares. Si ganaba me daba lo que ganaba y si perdía, yo le iba a dar lo perdido, pero él no me los recibía.

Una vez, mi hermano mayor Natividad, antes de irse al Zulia, en una ida al conuco, me dijo para que fuera con él, pero de repente me dijo que no. Que mejor buscara los burros y que él se iría a invitar a un muchacho que tenía una perra cazadora puesto que solo tenía un perro y así estaría mejor acompañado. Así se fueron ambos con sus perros a la montaña y yo me fui a buscar los animales, tal como acordamos.

Cuando yo venía de regreso con los burros, me dicen que a mi hermano lo atacó el tigre. Me apresuro en llegar. El asombro es la casa llena de gente, estaban curándolo. Vi una pochera llena de sangre y sábanas y paños para taparle las heridas y detener el sangramiento. Me dicen que vaya a buscar a mi otro hermano, Esteban, por el tenía más conocimiento del sitio donde había ocurrido el hecho. El estaba buscando las bestias. Lo traje lo más pronto posible. Ya había en la casa más de 30 hombres armados. Al herido lo habían enviado para San Luís donde estaba el doctor y le atendiera. Tenía una mano seriamente afectada por el ataque.

Contaba Natividad poco después, que en la refriega con la bestia, era una hembra, esta se les enfrentó. Se levantaba en sus dos patas traseras y se abalanzaba sobre él principalmente. Natividad le pidió a su amigo que se quedara atrás pues el animal no dejaba de verlo y lanzarse sobre él. Con el machete y caminando en retroceso le dio en la cara y le quitó un ojo y dos dientes. Pero la tigra volvió en su contra atacando. No dejaba de tirarle con el machete, ayudado por los perros que atacaban a su vez al animal mordiéndoles la cola y las ancas. Ella se volvía y los atacaba a su vez, mientras los perros se apartaban, esos momentos los aprovechaba mi hermano para reorganizar el ataque, pero el sitio donde estaba, el fondo de una quebrada seca y llena de piedras, hizo que tropezara y cayera sentado, momento que aprovechó la tigra para lanzarse de nuevo contra él, Natividad, pero él pudo darle con fuerza un machetazo en medio de la frente que la mató en el acto, pero sus pezuñas lograron alcanzarle la mano y el brazo hiriéndolo y entonces su amigo remató al animal ayudándolo luego a regresar a casa. A los perros no les pasó nada, fueron muy valientes y hábiles en la refriega. La tigra, contaba él, se la había dedicado en todo momento, pero los perros lo ayudaron mucho atacando por la espalda al animal y corriendo al mismo tiempo para evitar que ella los hiriera pues, por momentos le lanzaba zarpazos tratando de atacarlos, pero sin verlos, pues la vista se la tenía fija en él.

En esos pueblos y caseríos había mucha fiebre palúdica que diezmó mucha gente. También muchos piojos y niguas que no respetaban categoría (social) para atacar. En el año 1926, en ese verano, la gente sacaba la yuca de una mata llamada “asesiba”. De la cual hacían un bizcochito y arepa, tenía un gusto muy especial, esa yuca era un gran recurso. También se usaba la yuca brava, para el almidón y el cazabe.

El tigre hacía estragos en todos estos caseríos. Mataba el ganado, burros y se atrevía a llegar cerca de las casas para matar marranos y chivos. Los arrieros de Churuguara tenían temor con el tigre en el trayecto entre Churuguara hasta San Luis.

La Curimagua del año 29

En los últimos meses del año 1929 nos fuimos para Curimagua. Tío Fachito vendió lo que tenía, unos pastos a Don Gabriel Trómpiz. El motivo de venirnos fue que con la venta de los pastos estuvimos en Coro. Tío compro ropa y enceres para la familia, también para mí. Al regreso Tío se enfermó de una congestión intestinal y no pudo llegar a Aracua. Muy mal se quedó en El Trapichito, cerca de Curimagua, donde un compadre. En el lugar estaba un médico alemán, Don Carlos Zwinig, quien lo curó. Mi tío me envió a Aracua para llevar las cosas que había comprado, al llegar veo que la esposa de Tío, a quien dejamos en su casa, se mudó para la casa de su mamá. No me recibieron muy bien. La suegra que era tremenda decía que mi tío me quería más a mí que a sus hijos y que su hija Carmen no se regresaría para su casa. Que se quedaría con ella. Fue esto lo que motivó que nos fuéramos para Curimagua. Don Gabriel le ofreció y le vendió entonces un negocito que tenía en el pueblo y allí nos quedamos. El disgusto con la esposa duró 10 años, pero yo quedé viendo a su familia. Todas las semanas les llevaba en un burro todo el sustento necesario desde Curimagua. El negocio marchó bien. Pero Tío tenía un único hermano que se había ido, en aquellos años de guerras a Ciudad Bolívar y no volvió más. Se quedó en el estado Guárico, en Tucupido. El pensó ir a verlo y vendió el negocio. Me dejó en la casa de Don Blas Colmán, yo tenía entonces unos 14 años. Le ayudaba en el negocio y a retocar santos a la esposa que los hacía. Duré con ellos pocos meses porque un tío político Rafael Medina Adrianza, llegó a Curimagua y monto un negocio frente a la plaza en sociedad con Policarpo Coronado y me dijo que me fuera con él. Así lo hice. Mi tío Fachito duró meses para regresarse y allí me encontró, con mi otro tío cuando regresó de ver a su hermano.

Cuando llegué por primera vez a Curimagua a fines del año 1929, me di cuenta de la situación del pueblo. No tenía calles. Solamente el camino real de recuas donde transitaban los arreos de burros y mulas que venían de Churuguara, Siquisique y demás poblaciones que hacían el transporte comercial con el estado. En Curimagua no se utilizaba el cemento ni el zinc para sus viviendas. Las casas eran construidas de barro, techos de torta, pisos de tierra. En esos años llovía mucho, algunas familias pudientes tenían sus casas de tejas, piso de tablas sobre carbón para protegerse del frio. El clima era excelente para vivir, los enfermos de tisis o tuberculosis los enviaban para allá para que se curaran los pulmones. A estos le mataban los araguatos, para que tomaran su sangre y que allí había muchos. Por el frío y la lluvia las casas se cubrían de una lama verde, las ropas se tallaban. Las carnes y los pescados secos y salados no duraban mucho porque el frío los descomponía ya que la sal se aguaba. En ¨Curimagua no se daba el maíz, el frio no lo permitía, así que se compraba, pero tenía buenos habitantes, con buenos negocios. Pero la mayoría se vinieron para Coro, porque el gobierno los hizo salir afectados por las guerrillas de Manuel Urbina

En el negocio que tenía mi Tío político Rafael Medina Adrianza, tuve la oportunidad de relacionarme con mucha gente de Coro que se iban a pasar los fines de semana y vacaciones. En este negocio yo tenía la facultad, con ciertos dueños de trapiches, de darles lo que necesitaran para sus obreros y nos pagaban con panela. Entre ellos estaba Don Rafael Molina Franco, dueño de la hacienda “La Providencia”. El tenía en Coro un hijo llamado Angelucho Molina, quien regentaba el Club Bolívar en Coro y necesitaba un hombre bueno para emplearlo, El papá le dijo – Yo tengo el candidato! Te lo recomiendo- Le dio mi nombre y Angelucho me mandó una tarjeta diciéndome lo de su papá. Quería que me fuera para Coro, que me ofrecía trabajar con él en el día y que de noche podría estudiar en el Colegio Federal que estaba al frente de la plaza Falcón. Le dije que primero tenía que hablar con mi tío quien aun se encontraba en Guárico. Cuando regresó le comenté el caso y el fue para Coro. Debió comentarle algo a Don Gabriel Trómpiz. Este a su vez le dijo a Tío que él me necesitaba, que me ofrecía lo mismo ya que el colegio estaba cerca de su casa. Pero luego se acordó que, habiendo comprado unas posesiones en Murucusa, pensaba hacer unas labranzas para hacer pastos para ganado y que el hombre para atenderlos era mi tío y que esperaba que yo lo acompañara para llevar los libros y para atender un negocio de víveres y mercancías para suplirles a los trabajadores. Y eso fue lo que acordó mi Tío.

El fin de las montañas de Aracua

Llegamos a Murucusa para el año 1933. Para hacer este trabajo don Gabriel acordó pagarles a los trabajadores la mitad en dinero y la otra mitad en efectos para el sostén de las familias todas las semanas de pago. Estas mercancías me las enviaban con los arreos de los Rodríguez de Curimagua, Allí tenía que ir a buscarlos en burros. Se empezaron los trabajos que consistían en talar la montaña. Tumbaban las arboledas de palos gruesos y tupidos. Grandes zonas eran cortadas y luego quemadas para luego sembrar la semilla de la hierba.

La madera de los árboles de estas montañas era tan fuerte que se necesitaban 3 hombres expertos para tumbar uno solo árbol. Y eran tan grandes que cinco hombres agarrados de las manos no cubrían el tronco de uno de ellos. El primer trabajo fue tumbar 700 tareas. La montaña estaba desde Murucusa hasta Churuguara. Por eso los animales silvestres y el tigre hacían de las suyas por que tenían tanta expansión. Maderas de todas clases se encontraban en esa montaña, hoy ya no conocidas. Recuerdo una que era muy resinosa que un brazo de ella, uno la encendía y duraba toda la noche alumbrando. En ese entonces yo me paraba en la fila de Murucusa y no se veía nada de Aracua. La montaña cubría todo. Hoy lamentablemente la deforestación, las quemas, acabaron con todo. Se puede ver el que sale de Murucusa hasta la llegada a la fila de Aracua.

En estas tierras quemadas yo me puse a sembrar maíz. Se daba muy bueno, pero me daba mucho trabajo porque tenía que cuidarlo de las ratas que eran muchas. Después dejé de sembrar. En Murucusa había mucha agricultura: maíz, yuca, pira, auyama, patilla, lechosa, se empezaba la cría de ganado. Gente de fuera llegaba para hacer trabajos de agricultura y cría de animales. Don Gabriel Trómpiz construyó una represa y un hato: “La Ardita”, de ordeño para hacer queso y otro hato con el nombre de “La Matoa” con mayor cantidad de ordeño para queso y mantequilla. Yo me iba algunas veces para ese hato, me llevaba una arepa o un poco de harina tostada para comer con leche o mantequilla. Mi Tío se encargaba de ese trabajo y de mandar los quesos y la mantequilla para Coro. Los quesos eran grandes, de muchos kilos y el ganado era bastante esquilme, especial para dar leche. Había un personal suficiente para eso. También había cría de bestias de carga (yeguas). En el hato también se construyó un estanque de agua para que tomara la gente, pero como había en estos lugares mucha fiebre palúdica me enfermé. Me vi muy mal durante más de siete meses. Me llevaron para Las Masas donde tenía familiares que me atendieron y allí estuve hasta mi cura y recuperación. Estuve tan mal trajeron al médico de Curimagua, Don Carlos Zwinig, para salvarme.

Mi Tío se quedó con mi hermano mayor, Natividad, quien había llegado del Zulia, ayudándole en el trabajo de las haciendas. Poco después mi Tío decidió irse al Zulia y Don Gabriel nombró a mi hermano encargado de sus intereses con un sueldo mínimo de 40 bolívares mensuales. Era un buen sueldo. Mi hermano estuvo allí trabajando un tiempo pues el gustaba ese tipo de trabajo. Yo me quedé en Las Masas y en mi recuperación me dediqué a los gallos, vicio que he tenido desde pequeño. En esos años se jugaban desafíos en los pueblos de riñas de gallos dos y tres días seguidos, donde participaban los pueblos San Luís con las cuerdas de los hermanos Coronado, que los tenían muy Buenos. La Cruz de Taratara con las cuerdas de Don Pablo Bravo. Cabure, con las cuerdas de Manuelito García. Churuguara, con las de Totón Urbina. En Aracua había varias y en La Masas patrocinaba Jorge Jiménez donde yo colaboraba con mis gallos, unos nueve que me trajo mi papá de Paraguaná. Tuvimos un desafío con la Cruz de Taratara, de ir nosotros para allá y ellos venir para La Masas; otro con Cabure para realizarlo en La Encrucijada. Otro en Aracua con Totón Urbina.

Estando en estos desafíos, en Aracua, conocí a un señor llamado Alejandro Lugo que lo consultaban cuando no llovía, porque era muy observador. Se paraba a ver los astros en las noches y también el movimiento de las hormigas y los bachacos. Ponía granos de sal al sereno representando los meses, si se “sudaban” llovería, si no: verano. Por esos medios precisaba los días de lluvia. Observaba las abejas porque vendía su miel de varias clases y cuando las abejas estaban chupando flores o bebiendo agua y levantaban el vuelo, por la altura que llevaban precisaba la distancia para encontrar la miel. Eso ahora se olvidó, pues la gente no ve las cosas, no presta atención y toda esa gente que sabía como Alejandro Lugo, se murió. (continuará...)

domingo, 29 de enero de 2012

LA SIGNIFICACIÓN DEL PATRIMONIO, A TRAVÉS DEL LIBRO DE REGISTROS DEL MUSEO “JOSÉ MARÍA CRUXENT” DE LA UNEFM. UNA INTEPRETACIÓN



Licda. Ana María Montero. Esp/MCs.
CIAAP/UNEFM.

Excelente, interesante, very nice, trés bien, ¡wunder shones alter haus!, constituyen parte de los calificativos expresados por aproximadamente veinte mil visitantes sobre el Balcón de los Arcaya, sede del hoy Museo de Arte y Ciencias “José María Cruxent”, de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda de Coro, estado Falcón y de sus muestras Un pasaje por la cultura locera falconiana y Nuestros ancestros en Curiana, expuestas desde el pasado mes de diciembre de 2010 hasta enero del presente año 2012 .

El Museo, integrado por esta histórica edificación del siglo XVIII y una valiosa colección de fósiles y lítica representativos de la vida desarrollada en la región desde hace millones de años, cerámicas prehispánicas, objetos coloniales y gráficas, ha registrado una significativa afluencia de visitantes tras un cierre técnico de aproximadamente dos años, mientras se adelantaron labores de restauración, los cuales, aun cuando no plenamente culminados, permitieron su reapertura, contemplándose una afluencia importante especialmente durante los feriados de Carnaval, de Semana Santa, período vacacional agosto-septiembre y mes de diciembre.

Se puede apreciar igualmente, una significativa presencia durante todo el año, de falconianos, especialmente de grupos estudiantiles especialmente de educación básica, secundaria y universitaria, y también algunos de grupos especialistas de postgrados en paleontología, antropología y arqueología con fines de estudio e investigación.

La cuantificación de visitantes se logra a través de un registro que recoge parte de la afluencia, estimándose que de cinco visitantes, incluidos menores de edad, solo uno (1) escribe su experiencia. En el caso específico del Museo José María Cruxent, se ha cuantificado la visita de unas cinco mil trescientas diez personas que han comentado seis aspectos fundamentales de las instalaciones como lo son el ambiente, el patrimonio, las exposiciones, observaciones críticas, así como llamados de atención sobre su cuidado y mantenimiento.

Al respecto, los visitantes comentan la excelencia, belleza, limpieza y tranquilidad que ofrecen las instalaciones de la edificación lo cual transmite un agradable y relajado ambiente, como efecto directo de la muestra de flora xerófita que caracteriza su jardín actual y a ello se agrega la alta presencia de aves libres entre los árboles, que afianza esta apreciación ambiental.



Resulta significativo, especialmente entre los visitantes falconianos, los términos orgullo, único, identidad, vivo, con los cuales se relacionan con su patrimonio. Parte de estas apreciaciones son compartidas por los visitantes que provienen del resto del país, especialmente de Caracas, Carabobo, Aragua, Zulia, Miranda y Lara, aun cuando se aprecian de otras entidades de la geografía nacional como Delta Amacuro, Bolívar, estados andinos, llaneros y orientales como Monagas, Sucre y Anzoátegui.

Estas apreciaciones infieren la importancia divulgativa del patrimonio cultural nacional, para ofrecer elementos que afiancen el sentido de pertenencia, lo cual se resalta cuando califican como fascinante, histórico, máximo, incomparable o memoria viva, lo apreciado luego de la visita. Simultáneamente se puede estimar niveles de preocupación por la conservación o preservación de todo este patrimonio cuando recomiendan no descuidar, difundir más, proteger la historia, mostrar más objetos o tradiciones a través de las colecciones, así como también exigir más apoyo para resolver situaciones como las carencias de alumbrado, mejora de aspectos físicos tales como arreglo de puertas, frisos y otros detalles que la carencia presupuestaria de la universidad, no ha podido atender.

Por otra parte, los turistas extranjeros, provenientes en su gran parte del continente europeo, especialmente de Alemania, Francia, Italia, Austria y Finlandia han apreciado el esfuerzo de promoción y difusión del patrimonio que custodia la UNEFM, calificándolo igualmente de excelente, bueno, interesante, very nice, very good e igual recomiendan más atención y cuidado con los bienes, especialmente con la edificación, la cual consideran como magnífica e importante aun cuando en general estiman que está bien mantenida.