Sobre el
patrimonio
La Escuela, los
museos y los sitios patrimonio.
Los museos y los espacios de presentación del Patrimonio
constituyen factores esencialmente dedicados a la instrucción
de los ciudadanos de un país y su educación.
Santacana Mestre. 2005.
En muchas ocasiones hemos visto en las
redes sociales protestas ante el derribo de los árboles de Cují (Prosotis julisflora) en una ciudad como
Coro, Estado Falcón - Venezuela, donde este ser vivo es emblemático de una
flora xerófita al punto de ser considerado el árbol símbolo de esa entidad
federal. Este tipo de situaciones suele acontecer, fundamentalmente, por la
ignorancia que tiene la dirigencia de las instancias que ejecutan tal acción
así como muchos otros ciudadanos, de su significación. Hay que indicar que
según la tradición o memoria oral, la
primera misa que se realiza en suelo continental se hizo bajo la sombra de un
cují cuyo madero sobrevive en forma de cruz, en un monumento que se encuentra
en la plaza aledaña a la iglesia de San Clemente, de esta ciudad.
Esa significación solo puede ser
enseñada a través de dos formas: formal, en la escuela e informal, a través de
los museos, parques o sitios monumentales. En la instancia formal, ya que fundamentándose en la enseñanza de la lectura-escritura y
las matemáticas, se puede instruir dictando intereses y normando las conductas,
mientras que a través del museo, el usuario que avanza a su propio ritmo, adecua
lo que observa a su motivación e interés. Este aspecto, que generó en Europa
desde finales el siglo XIX y especialmente tras la segunda guerra mundial
grandes esfuerzos y movimientos para la defensa y reconocimiento de patrimonios
que catapultan el sector turismo, se pierde paulatinamente a partir de la
década de 1970, cuando por efecto de las grandes migraciones que se han
producido desde Asia y África hacia ese continente, se cambia la función
instructiva de la escuela priorizando la enseñanza de los valores para
favorecer la integración. Más eso ha traído como efecto en la sociedad europea que
se empiecen a desconocer elementos propios del patrimonio del viejo continente.
El problema,
que no se vio entonces y sobre el que ahora se reflexiona, es que los valores
son cambiantes, no son fijos, se adecuan a circunstancias que se dan en el
tiempo. Los valores responden a la lógica bueno/malo o bonito/feo y eso depende
de lo piense la sociedad en un momento dado, mientras que la instrucción por su
parte se mueve en la lógica científica de lo verdadero/falso y tiene como
objetivo transmitir saber, conocimientos y técnicas. En este sentido, el
patrimonio como legado, es la suma de todo esto que se refleja en los hechos,
obras y creaciones que va desarrollando y compartiendo un conglomerado humano
dentro de un territorio, que luego se configura como región o país. Para que
dicha sumatoria se convierta en Patrimonio, la misma debe ser reconocida por,
al menos, un sector importante de su sociedad hasta constituirlo en un bien
trascendente, en un activo económico, social y cultural que produzca riqueza material, mental y
espiritual a los colectivos que se asocien en torno a él.
Para
apreciar el Patrimonio, bien sea de orden cultural o natural, como el caso de
la preservación de los árboles de Cují que pueblan, junto a otros, el paisaje
natural del norte venezolano, el mismo no solo debe ser contemplado, sino también
interpretado y entendido para así poder ser disfrutado en todas sus vertientes como ser vivo y de interés para los humanos, y
es allí donde la escuela tiene una función importante que desarrollar. Para
muchos educadores será absurdo este planteamiento, que es como volver atrás,
pero para ser un país de conciencia se debe volver a la escuela instructora,
como lo están pensando en Europa, especialmente ante las amenazas que hoy la
acosan, pues se espera que estas instituciones –la escuela y el museo- hagan
conocer al Patrimonio como portador de herencias civilizatorias, soportado en
la ciencia que estudia al ser humano, su comportamiento, su conducta a través
del tiempo y su relación e integración con los otros seres que pueblan el
espacio terrestre. Con ello se aspira lograr el respeto que conllevará el pensarlo, antes de cualquier amenaza que
afecte de una forma u otra la propia existencia, como el cortar árboles y
padecer luego el incremento de la temperatura ambiental, de una mayor radiación
solar, cáncer de piel, problemas cardíacos, respiratorios, contaminación y
otros males derivados de las acciones insensatas de deforestación.
Y ¿Cómo los
museos pueden enseñar sobre el Patrimonio? No solo colocando objetos, que son
su soporte, para que sean vistas por los usuarios o visitantes. Si éstos no son
contextualizados y puestos en consideración como documentos que aportan un
mensaje, un conocimiento que debe ser entendido y apreciado por los usuarios en
una forma didáctica, no será posible. Ello es fundamental en una sociedad informatizada
como la que vivimos, en la cual el saber y el conocimiento constituyen un
activo importante, dinamizador, especialmente en el área económica, del turismo
y la industria cultural.
La
importancia de conocer los sitios patrimoniales y los museos radica en que, al
ser espacios para la imaginación, permiten satisfacer un sueño muy humano como
lo es el “viajar” en el tiempo, apreciar en estos espacios los proceso de
adaptación y cambios que la humanidad ha dado, como también lo que nos puede
deparar el futuro, para alcanzar el
confort y la salud, bases de la felicidad. La observación de la naturaleza para
conocer sus procesos, dar respuestas a sus creencias y a la creación de objetos
que conlleva al desarrollo de técnicas y conocimientos han sido fundamentales
para que la humanidad alcance altos niveles de bienestar. Los objetos creados o
tomados de la naturaleza nos permiten apreciar, en todas sus facetas, como ha
sido el quehacer humano en su evolución –y también involución- como grupo o civilización
y nos su puede permitir, en estos
tiempos, ejercitar los comportamientos de respeto y conservación de la vida
misma, una vez entendida, comprendida,
reconocida y deleitada la exposición de dichos objetos que constituyen,
igualmente, el rasgo referencial entre un museo y otro.
El estudio
de los museos como espacio educativo, ha
estado vinculado desde sus orígenes a los procesos de enseñanza - aprendizaje, como se ha podido apreciar en
antiguas civilizaciones: Llasa. Mesopotamia (1000 a-C), Ur. Imperio Babilonico (530 a. C); Alejandría.
Egipto (339 a. C); El Shosoin.
Monasterio Todaiji, en Kioto – Japón. Siglo VIII d. C. o El Museo Ashmolean, (1669 d. C) de la Universidad de Oxford. Gran Bretaña.
Creados atendiendo necesidades de las comunidades estudiantiles y científicas
que hicieron y aun hacen vida en ellas como el Ashmolean, como disciplina museográfica y ciencia
Museológica, el museo ha desarrollado su propia dinámica y didáctica para
exposiciones según los tipos de objetos, vivos o inertes, que coleccione: de
ciencia natural, historia, arte, zoológicos, parques o jardines botánicos a los
cuales el Instituto Latinoamericano de Museos (ILAM) agrupa, según sus
colecciones de objetos, en Museos de Patrimonio Cultural, de Patrimonio Natural
y aquellos que integran ambos patrimonios. Adicionalmente, mediante la intra e
interdisciplinaridad de las ciencias, la
investigación y los saberes, el apoyo de las tecnologías de la información y la
comunicación y desde una perspectiva lúdica, los museos se integrarían, más aun
en estos tiempos, a los procesos educativos de una sociedad para hacerla consciente
de su origen, de su identidad, de su Patrimonio. Es a partir de allí donde se
fundamentaran los principios básicos que serán los soportes de valores
auténticos, que se correspondan a lo que se es y lo que se puede ser, en
convivencia con otros seres vivos y con nosotros mismos como especie, que ha
hecho y hace aportes significativos –positivos e igualmente errados- en el
tiempo y en el espacio que ha ocupado en el planeta.
Conocer este
fundamento implica desarrollar una
didáctica para la exposición de los objetos, que según Santacana Mestre (2005),
cumplen las siguientes funciones, que aun cuando referidos al Patrimonio
histórico son igualmente referentes para los demás Patrimonios:
·
Fijan la imagen del
concepto.
·
Se transforman en
elementos de referencia
·
Atraen la atención
del público
·
Son enigmas para
resolver
·
Permiten formular
hipótesis y desarrollar métodos de análisis
·
Permiten
desarrollar inducciones históricas
·
Contribuyen a
desarrollar la imaginación
·
Su uso permite
relaciones empáticas
·
Se tornan en
instrumentos de inclusión
·
Permiten
desarrollar aportes de los usuarios y visitantes
·
Son soportes de la
memoria
Los
objetos, tal y como se aprecia, “están dotados … de una gran capacidad de
sugerencias (Sheinner,2001). Son representativos de un horizonte
social concreto y como ya lo hemos apreciado, el objeto es un documento consecuencia del pensamiento humano, por lo tanto tiene un
carácter de uso, símbolo, significación
y de comunicación. Mas es el conjunto de objetos lo que permite instruir sobre
un tema y eso solo se logra mediante la exposición.
Función
prioritaria del Museo y de los sitios de presentación del Patrimonio, bien sea
productos de la creación humana o de su interés como la flora, la fauna y los
recursos minerales, la exposición se puede definir como un acto comunicativo en el cual se exhibe una
determinada visión sobre un tema de estudio a partir del cual, la ciencia u
otras disciplinas han generado unos saberes. Una exposición debe narrar o
contar una o varias historias a través de los objetos que la forman como
documentos aportantes de conocimiento, meritorios de una atención especial para
asegurar su preservación en la continuidad de una sociedad o civilización para
que ésta se reconozca en su patrimonio o herencia.
Una
exposición entonces es el conjunto de objetos materiales que componen una
unidad de contenidos, interpretada en el contexto físico, natural y/o social,
cultural y económico de su tiempo, relacionándola por sus efectos con el
presente. De esta forma, ese conocimiento puede ser comunicado a los usuarios
para su saber y disfrute; mas, para alcanzar este objetivo se requiere desarrollar
un proceso de investigación.
Planificar
una exposición implica estudiar los objetos: cerámicos, fósiles, pinturas,
textiles y todo lo que ella implique en cuanto a conceptos de “cómo eran o como
fue” bien sean de origen natural o
cultural. También es importante indicar los procesos de su creación: “Cómo se
sabe o cómo se hizo y por qué” y por supuesto, su trascendencia, “en que nos
beneficia o afecta este objeto hoy”. Estos tres planteamientos son básicos, mas
Santacana, señala, además, una serie de pasos
a seguir para estructurar una exposición de objetos en forma didáctica,
entre los cuales destaca:
·
El
discurso museológico, que guía a la exposición, debe tener una introducción, un
desarrollo y una conclusión, como todo estudio científico.
·
Se
debe partir de lo conocido a lo desconocido.
·
La
muestra de objetos debe ser variada, repetir aquellos que tienen el mismo
sentido, forma o uso, puede fastidiar al usuario, así como no atiborrar las
salas.
·
Los
objetos deben acompañarse de su contexto en cuanto a su función material,
procesos de elaboración o formación y los mensajes deben ser cortos y precisos,
jerarquizados según su importancia. (El uso de recursos tales como infografías,
fotografías o gráficos para ilustrar, son altamente recomendados)
·
Destacar
los objetos por encima de la edificación y la decoración del área expositiva,
mediante iluminación y preeminencia.
Es
necesario igualmente conocer los segmentos de usuarios que pueden interesarse
por la exposición, no a todo el mundo les va a llamar la atención una exposición de
pintura religiosa, de fósiles, bonsáis, de pintura moderna u abstracta, o la
artesanía. Desarrollar una exposición “para todo público” sin reconocer que los
intereses de los grupos humanos son diversos, es un error en estos tiempos, ya
lo han demostrado los estudios sobre el comportamiento y el cerebro humano. En
este sentido el museo, como todo, se debe ajustar a este principio. En tal
sentido la exposición debe plantearse considerando los segmentos de interés así
como el re-plantearse el uso de réplicas junto a las originales que faciliten
la manipulación de objetos a grupos de percepción táctil. Igualmente, ofrecer
salidas a grupos de percepción, no solo visual, que es el principio que ha
dominado al museo, sino auditiva para quienes, por ejemplo, no gusten o sepan leer
e inclusive olfativa y gustativa, para esos grupos humanos específicos y por
supuesto, según la muestra expositiva.
Por último, una exposición didáctica
no es completa si no se desarrollan actividades conexas tales como charlas,
talleres, conferencias y otras afines, así como el editar material escrito para
explicar, con más detalles, conceptos y procedimientos de los objetos expuestos
que lo ameriten. Al considerar los elementos que se han expresado en el
presente texto, es posible integrar a esas dos entidades, la escuela y el museo
y sitios patrimoniales, al proceso de enseñanza aprendizaje para el
reconocimiento y asentamiento de la memoria, de la identidad.
Referencia
bibliográfica:
De Carli, Georgina (2003) Vigencia de la Nueva Museología en
América Latina: conceptos y modelos. Instituto Latinoamericano de Museos. ILAM.
Versión electrónica. www.ilam.org.
Santacana
Mestre, Joan y Nùria Serrat Antoli. (Coordinadores) 2005. Museografia Didáctica. Editorial Ariel. Colección Ariel Patrimonio.
1ra. Edición. Barcelona. España.